ROBERTO FERNÁNDEZ-RIZO
16 octubre 2012
El Valle de Nipe (II)
La virgen de la Caridad del Cobre
El
comienzo del siglo XVII marca uno de los hitos religiosos más
importantes de la zona y de toda Cuba. El primero de abril de 1687, en
la parroquia de Santiago del Prado del Cobre y en confesión y juramento
del negro esclavo Juan Moreno, de ochenta y cinco años de edad, ante Juan Ortiz Montejo de la Cámara, cura rector de la Parroquial del sitio, se da fe de la aparición, de entre las aguas de la bahía de Nipe,
de la virgen de la Caridad. Moreno, que en ese entonces tenía diez
años, y los hermanos Rodrigo y Juan de Joyos, indios nativos del Hato de
Barajagua, habían visto a la virgen mientras se dirigían a recoger sal a
cayo Francés. Al lugar se llegaba atravesando toda la bahía por su
parte este.
La
sal común (cloruro de sodio), fundente primitivo con el que se mejora
la calidad del metal de cobre, era utilizada en las minas. Es muy
probable que a ambos indios, por ser vecinos de un asentamiento cercano a
la bahía, les fuera encomendada la búsqueda de la sal. Llevando con
ellos al niño Juan Moreno, hijo de un esclavo de la dotación de Santiago
del Prado.
El documento firmado ese día (3), tras una diferencia de setenta y cinco años entre suceso y confesión, registra la aparición de la virgen de entre las aguas de la bahía, dejando constancia, para fe pública, que el lugar de veneración lo sería las minas del Cobre, asentamiento a veinte kilómetros de la capital de la jurisdicción de Cuba (Santiago de) y a ochenta y cinco del Hato de Barajagua, donde fue llevada por primera vez.
Los
hermanos de Joyos, descendientes de taínos, que con seguridad
trabajaban en las minas de cobre de Santiago del Prado, llevaron la
virgen hasta Barajagua y le construyeron un lugar de veneración. De
alguna manera y sin explicación documentada, la virgen fue trasladada a
la mina en fecha desconocida, pero cercana a su aparición en 1612, dado
el arraigo presente en el pueblo minero al momento de redactar el
documento. ¿Qué puede explicar, en fecha tan temprana, el reconocimiento
de la virgen por el poder colonial?
La ciudad de Cuba había perdido, mediante Cédula Real de 1607 y
apenas cinco años antes de la aparición de la virgen, su condición de
capital de la isla. Aunque desde 1556, cuando San Cristobal de La Habana
fue declarada punto de reunión de la Flota de Indias, las funciones de
centro político y comercial se habían trasladado al occidental puerto de
Carenas.
La iglesia reconocía, mediante el documento de confesión de Juan
Moreno, la existencia de la veneración a la virgen entre los pobladores
del lugar. Al este pertenecer a la jurisdicción de Cuba, la leyenda le
añadía valor y reconocimiento a la ciudad ante el poder colonial. Aunque
el hecho nunca fue tomado en cuenta para tal reconsideración, en aquel
momento pudo haber sido uno de los motivos del reconocimiento
parroquial, después del hecho más importante de todos: la sublevación de
los esclavos diez años antes de la redacción del documento.
El lugar comenzó a poblarse en el año 1530, fecha en que fue
descubierta una mina de cobre. Este metal, por ser utilizado en la
fabricación de armas, tenía un valor estratégico para la corona
española. El Rey Carlos I ordenó adquirir una dotación de esclavos y
comenzar la explotación de la mina. Por ser una dotación con
características especiales, el Rey les otorgó a los esclavos ciertos
derechos.
En
1597, el capitán Francisco Sánchez de Moya llegó a La Habana,
procedente de Cádiz, con la misión de explotar las reservas cupríferas
que existieran en el país. Luego de dos años de prospección en
diferentes lugares de la isla tomó posesión de las minas cercanas a
Santiago de Cuba. Su acción colonizadora comenzó el 8 de enero de 1599, al plantar una cruz y bautizar el lugar con el nombre de Santiago del Prado.
Había llegado con dos fundidores más algunos peones. Multiplicó las
labranzas para garantizar el sustento de los esclavos, sembró yuca,
maíz, plátano, caña de azúcar. Fabricó tejas para la casa de fundición,
construyó los hornos, hizo carbón, curó pieles para hacer tres fuelles
con cueros y madera. Hizo caminos, un sitio en torno a los bohíos y
hasta una campana para la iglesia, que en un primer momento fue de
guano. Finalmente comenzó los trabajos a flor de tierra para extraer las
piedras con el mineral. Además de los técnicos con los que había
viajado, contaba con una fuerza de trabajo previamente adiestrada que
heredó de los anteriores asientos.
En 1607, Sánchez de Moya solicitó autorización metropolitana para
fundir 30 quintales de cobre para la construcción de las pailas de su
ingenio del hato de Barajagua.
En 1610, los esclavos tenían oficios de mineros, carboneros,
fundidores, herreros, serradores, boyeros y arrieros, pero no todos los
esclavos trabajaban en la fábrica porque Sánchez de Moya, además de las
labranzas, había adquirido un hato de ganado mayor fomentado con 800
reses (era parte del de Barajagua), añadió el hato de Puerto Pelado y un
corral de ganado menor.
Aunque en 1620 se le entregó el asiento de las minas a Juan de
Eguiluz, ya las condiciones originarias habían variado, resultando mucho
más difícil su explotación. Detrás de todo estaba su ambición por el
fomento de las fábricas de azúcar. Dos años más tarde, por la mala
gestión de Eguiluz, los esclavos estuvieron a punto de rebelarse.
En 1648, la administración de las minas pasó a manos Francisco
Salazar y Acuña, yerno de Juan de Eguiluz. En la práctica, las labores
de extracción y fundición terminaron por extinguirse definitivamente.
Salazar nunca pudo cumplir con las exigencias impuestas desde la
metrópoli para saldar la deuda de su suegro y la que él contrajo.
En 1653, el ochenta y tres por ciento de los esclavos eran criollos y
ejecutaban labores calificadas: fundidores, herreros, músicos, maestros
de carpintería, caldereros y un maestro de hacer azúcar(4).
Mediante Real Cédula del 30 de mayo de 1670, Francisco Salazar y
Acuña tuvo que entregar la administración de las minas y fue puesto
preso por el gobernador del Departamento Oriental Andrés de Magaña, al
ser deudor de más de ciento veinte mil reales del asiento. En 1677, siendo Rey Carlos II, el
teniente de gobernador de La Habana, Juan Antonio Ortiz de Matienzo,
debía averiguar cual era la situación existente en la mina e inventariar
todo con vistas a la venta a algún vecino o en su defecto vender los
275 esclavos que residían en ese momento. Unos cien de ellos se alzaron en las montañas que
rodeaban el lugar. Juan Moreno, en representación de los esclavos y al
conocer la decisión del Rey de vender a toda la dotación y trasladarlos
hacia La Habana, le envió al Juez Don Antonio de Matienzo un carta de
petición(5).
La carta, considerada como texto fundacional, no solo de la villa El
Cobre sino también de una incipiente y temprana cubanía, le pedía al
juez su intermediación ante la decisión del Rey de trasladar a los
asentados hasta La Habana y venderlos.
Las bases que sustentaban tal petición, escritas por el mismo
peticionario y con mucha certeza elaboradas, según transpira la lectura
de la misma, por una parte de los pobladores, era la unidad familiar y
el arraigo a la tierra de nacimiento. En casi ciento cincuenta años
desde su fundación, habían nacido allí varias generaciones de la
primigenia dotación de esclavos asentados por ordenanza Real. El
cumplimiento pacífico del trabajo en las minas y la obediencia mostrada
durante todo ese tiempo, expresaba la esperanza de los esclavos en la
concesión Real de la licencia solicitada. Trasciende en la carta que
ellos, considerados históricamente en posesión de ciertas libertades
otorgadas por el Rey al momento de establecerse la comunidad, formaban
parte de una estructura civil al servicio de la comunidad, al trabajar
no sólo en las minas, sino también en diferentes labores, oficios y
profesiones. Igualmente la petición nos informa del cumplimiento de
labores de apresamiento de negros fugitivos, lo que refuerza que la
población del lugar tenía concesiones muy diferentes al resto de la masa
esclava de la isla. El propio Juan Moreno era capitán del lugar, según
se expresa en el juramento de confesión, lo que implica una estructura
militar que velaba por los intereses civiles, tanto de las autoridades
coloniales como de los pobladores. La presencia de la virgen, como guía
espiritual del asentamiento, refuerza todo lo anterior. Aunque no se
hace mención a la virgen en la carta de petición, se puede corroborar su
arraigo entre los pobladores en la declaración y juramentación que
haría Juan Moreno diez años después.
El reconocer la veneración a la virgen, mediante documento público,
por los habitantes del lugar como su patrona y protectora, era un hecho
que sería bien recibido por los pobladores de la villa y con ello evitar
otro acto de desobediencia civil, además de reforzar la evangelización,
acto primero de la iglesia católica en su misión americana.
Como dato que ratifica las condiciones especiales de los esclavos del asentamiento, el 19 de mayo de 1801, a través de la mediación
del padre Alejandro Ascanio, los trabajadores semi esclavos del Cobre
obtuvieron su libertad por Real Cédula –ocho décadas antes de la
abolición de la esclavitud en Cuba–, la cual fue leída ante la Patrona
de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre.
Bibliografía, citas y documentos
(3) “Transcripción de fragmentos de Depósito de Juan Moreno en la aparición de la virgen”. 1687.
Dijo
que sabe este declarante que siendo de diez años de edad fue por
ranchero a la Bahia de Nipe que es en la banda del norte de esta Isla de
Cuba en compañia de Rodrigo de Joyos y de Juan de Joyos que los dos
eran hermanos y Indios Naturales los cuales iban a cojer sal y habiendo
rancheado en Cayo Frances que esta en medio de dicha Bahia de Nipe para
con buen tiempo ir a la salina.
[f.
13v] Estando una mañana la mar en calma salieron de dicho Cayo Frances
antes de salir el sol los dichos Juan y Rodrigo de J[H]oyos y este
declarante embarcados en una canoa para la dicha salina. Y apartados de
dicho Cayo Frances vieron una cosa blanca sobre la espuma del Agua que
no distinguieron lo que podria ser y acercandose mas les parecio pajaro y
a mas cerca dijeron los dichos Indios parece ina Niña y en estos
discursos llegados reconocieron y vieron la Imagen de Nuestra Señora la
Virgen Santisima con un Niño Jesus en los brazos sobre una tablita
pequeña y en dicha tablita unas letras grandes las cuales leyo dichho
Rodrigo de Joyos y decian Yo soy la Virgen de la Caridad y siendo sus
vestiduras de ropaje se admiraban que no estaban Mojadas. Yen esto
llenos de gozo y alegria cojiendo solo tres tercios [?]
[f.
14] de sal se vinieron para el Hato de Barajagua donde estaba Miguel
Galan Mayoral de dicho hato y le dijerno lo que pasava de haber hallado a
nuestra Señora de la Caridad, Y dicho mayoral muy contento y sin
dilacion envio luego a Antonio Angola con la noticia de dicha Señora al
Capitan don Francisco Sanchez de Moya que administraba las minas de
dicho Lugar para que dispusiese lo que habia de hacer. Y mientras
llegaba la noticia pusieron en la casa de vivienda de dicho Hato un
altar de tablas y en el la Virgen Santisima con luz encendida. Y con la
referida noticia el dicho Capitan don Francisco Sanchez de Moya envio
orden al dicho mayoral Miguel Galan que viese una casa en dicho hato y
que alli pusiese la Imagen de nuestra Señora de la Caridad. Y que
siempre la tuviese con Luz ....
Ver documento original: http://humweb.ucsc.edu/elcobre/voices_apparition.html
(4) Los orígenes de la minería en Cuba. Las minas del Prado hasta 1600. Irene Wright, en La reforma social, pp, 460-61.
(5) Petición de Juan Moreno al juez don Antonio Matienzo. Minas de Santiago del Prado, 13 de julio de 1677.
El capitán Juan Moreno, negro criollo
y natural de las minas de Santiago del Prado de esta ciudad de
(Santiago de) Cuba, por mi y en nombre de los demás negros criollos
naturales de esta minas, esclavos que somos de Su Majestad, que Dios
guarde y particularmente los que fuéremos nombrados en la dirección y alcance.... parecemos ante (Vuestra Merced) en la mejor vía y forma que haya lugar en derecho y decimos que por cuanto todos los más negros y mulatos criollos de
estas minas somos casados y tenemos nuestras familias que siempre hemos
sustentado quieta y pacíficamente, estando ocupados cuando se ha
ofrecido en el trabajo de las minas, (las) fábricas de la Santa Iglesia,
y demás en que se nos ha ocupado en ocasiones de rebate. Y como leales
vasallos de Su Majestad hemos acudido con toda prontitud a nuestra costa
y mención, guardando y obedeciendo todas las órdenes de los superiores y
demás justicia de la Ciudad de (Santiago de) Cuba en que nos han ocupado, así en esto como en rancherías y palenques de negros esclavos fugitivos de los vecinos de toda esta Isla (a quienes) hemos apresado. (Hemos estado) deseando siempre mayores
ocasiones del Real servicio (y) que nos ocuparan para conseguir
acciones militares grandes. Que aunque no se nos premiaran sólo
quedaremos contentos de haberlas conseguido. Y siendo como es esto tanta
verdad, y se hallara entre nosotros estar con grande prevención para la
ocasión y defensa de la plaza de (Santiago de) Cuba u cualquier otro lugar, que aunque es verdad que todos sus vecinos
lo están también y que conseguirán cualquier acción, en todo, cuanto se
ha ofrecido ocasión de alguna novedad, los Señores gobernadores nos han
ocupado haciendo memoria de nosotros, aunque (seamos) negros humildes esclavos de Nuestro Rey y Señor, por haber reconocido quizá nuestro buen deseo.
Y ha venido a nuestra noticia que los que llegaremos a quedar en el alcance que dicen hará Nuestro Rey y Señor a nuestro amo don Francisco en muchos esclavos (que) se han de sacar de Vuestra Merced para llevarnos a la ciudad de La Habana. Y porque parece (que) el amor de nuestra patria y nuestros trabajos nos mueven a suplicar a Vuestra Merced que si es posible se nos conceda de merced que quedemos en nuestro pueblo
pagando tributo, conforme el estilo que se dispusiere, mientras
buscamos (los medios) para (comprar) nuestra libertad, o lo que más bien
se dispusiere por derecho en que de equidad y piedad por Vuestra Merced debemos ser amparados en nombre de nuestro Rey y Señor (y) habiendo lugar para ello.
Por tanto, a Vuestra Merced pedimos y suplicamos nos haya por presentados mandando concedernos licencia, que será justicia y merced que pedimos y lo más (necesario? ilegible).
Juan Moreno
Minas de Santiago del Prado, trece de julio de mil seiscientos setenta y siete, Ministerio de Cultura, Archivo General de Indias, Sevilla, Santo Domingo 1631, fols. 451, 424-52v, 425v.
14 octubre 2012
El Valle de Nipe (I)
A los cuetenses. En busca de nuestras memorias y ancestros.
EL VALLE DE NIPE (I)
Tierra de perdigones
Desde
lo alto del Parque Nacional la Mensura, en el macizo montañoso de la
Sierra de Nipe, provincia de Holguín, la vista se pierde a través de un
extenso valle, que desde el comienzo de las montañas se desliza hasta el
Océano Atlántico sin apenas quebrar el paisaje.
Este
valle, poblado de bosques tropicales hasta bien entrado el siglo XIX,
se extiende por toda la costa norte, desde el pueblo de Mayarí, que
serpentea por el río del mismo nombre al este, hasta las primeras lomas,
unos veinte kilómetros al oeste, en las alturas de Maniabón, pequeño
macizo montañoso que bloquea el paisaje en dirección a la ciudad de
Holguín, y que se conoce como la loma de Rejondones.
Levantando
la vista hacia el norte, se aprecia en casi toda su extensión la bahía
de Nipe. Extendiendo la vista un poco más allá y hacia el noroeste ,
entre las penumbras azules de las montañas distantes, a unos veinticinco
kilómetros del lugar, podemos apreciar sus valles más lejanos, que
bordeando el pueblo de Banes son irrigados por su río más importante: el
Tacajó. El otro río de importancia, el Nipe, cubre el centro del valle y
desemboca casi cercano a la playa Juan Vicente.
Todo este hermoso territorio delante de nuestros ojos cubre una extensión de algo más de seis mil kilómetros cuadrados, al incluir, si queremos verlo como una gran zona socio-económica interdependiente, el territorio que va desde Levisa, extremo noreste del valle, hasta Moa, el último pueblo en los bordes de la Sierra Cristal, en el extremo este del grupo montañoso.
Todo este hermoso territorio delante de nuestros ojos cubre una extensión de algo más de seis mil kilómetros cuadrados, al incluir, si queremos verlo como una gran zona socio-económica interdependiente, el territorio que va desde Levisa, extremo noreste del valle, hasta Moa, el último pueblo en los bordes de la Sierra Cristal, en el extremo este del grupo montañoso.
Antes de llegar Cristóbal Colón a Bariay el 27 de octubre de 1492,
el hoy municipio de Gibara, uno de los grupos aborígenes que habitaban
la isla, los taínos, vivían agrupados en los cacicazgos de Baní, hoy
municipio de Banes, y el de Barajagua, hoy municipios de Cueto y Mayarí.
Se cuenta que varios indígenas de la bahía de Gibara donde estuvieron
ancladas las carabelas durante casi dos semanas debido al mal tiempo,
fueron capturados y llevados a España para ser presentados a los Reyes.
El Almirante luego de remontar hacia el este, bordear toda la costa holguinera y llegar a su extremo oriental, anotó en su libro de navegación señales de valiosos minerales en el lecho y terrazas del río Moa.
Hay
pocos indicios de poblamiento europeo en la zona durante el primer
siglo de la conquista. En octubre de 1513 Diego Velázquez, en su primer
viaje de reconocimiento y colonización de la isla, luego de ser nombrado
por el Rey Adelantado, Teniente del virrey y Gobernador de la misma,
visita la zona de Baní atraído por el conglomerado de población aborigen
asentada en la zona. Corroborado hoy por arqueólogos e historiadores
como uno de los sitios precolombinos más poblados de Cuba.
En
carta de Velázquez al Rey Fernando de Aragón, donde explica de sus
viajes a través de la isla de Fernandina, le cuenta cómo llegó primero a
las provincias indias de Baní y Barajagua, y que haciendo convocatoria
para reunirse con los principales jefes de aquellas provincias estuvo
cuatro o cinco días en la zona, donde finalmente acudieron los caciques
con numerosos indios que le acompañaban. No especifica el lugar de la
reunión, pero los historiadores Fernando Portuondo y Leví Marrero lo
ubican entre la bahía de Banes y la península de El Ramón. Incluso, el
periodista banense Rene Dayre
lo establece, con mayor precisión, en la playa de Puerto Rico, a unos
diez kilómetros al este de Banes, por las características de las
corrientes marinas del lugar.
Entre
1520 y 1542, fecha en que son extinguidas legalmente las Encomiendas,
la zona de Baní es considerada centro principal del enfrentamiento entre
aborígenes y conquistadores en su lucha por el territorio.
Entre
los años 1600 y 1752, año este último del comienzo de la jurisdicción
de San Isidoro de Holguín, el territorio se lo dividían las dos
jurisdicciones más importantes del departamento oriental: todo el oeste a
la jurisdicción de Bayamo, y todo el este a la jurisdicción de Cuba
(Santiago de). El área, periferia de ambas jurisdicciones, era habitada
por dueños de hatos y realengos muy dispersos entre sí, dedicados a la
ganadería, el cultivo del tabaco y la tala de árboles.
Entre
1723 y 1728, desde La Habana y Santiago de Cuba, se realizaron
consultas con Madrid para que la corona otorgara a los criollos las
tierras realengas, prácticamente despobladas, alrededor de la bahía de
Nipe, con el propósito de fundar una ciudad como centro de las
producciones agropecuarias, principalmente tabacaleras, a fomentar en el
lugar. Cabe recordar que el 17 de abril de 1717 se instaura en Cuba la
“Ley del Estanco del Tabaco”, ordenanza del rey Felipe V para establecer
el monopolio de la corona sobre el tabaco producido en la isla. En ese
momento, y durante casi todo el siglo XVIII, el tabaco le produce a la
metrópoli las mayores ganancias desde la isla. Había que aumentar la
producción y los gobiernos central y del departamento oriental
coincidieron en aconsejar a Madrid, que uno de los lugares propicios se
encontraba en los alrededores de la bahía de Nipe.
El Hato de Barajagua arrendado por el padre Ramos
En carta(1) de Nicolás de Montenegro,
esclavo mulato e “hijo de una esclava del contador de las minas de
cobre” Juan de Eguiluz, a la esposa de éste, doña Paula de Eguiluz y
Montenegro, fechada el 7 de julio de 1672 y con destino La Habana, queda registrado que Barajagua era el hato más al norte de la jurisdicción de Cuba(2).
Muy probablemente, dada la lejanía y el relieve abrupto a atravesar
para llegar hasta sus límites, el trasiego de su territorio se debía más
a los asentamientos de los indios arahuacos, que desde el siglo VIII se
habían asentado en la zona, y a algunos sitieros y estancieros
dispersos en el territorio. Los indios deben haberle enseñado a los
europeos y criollos que se atrevieron a conquistar la zona -varios
decretos y ordenanzas reales dan cuenta de los deseos metropolitanos de
poblar el lugar-, los recovecos y recursos naturales, incluyendo las
ventajas de las diferentes bahías que conforman el entorno de Nipe. Se
sabe, según juramentación del negro esclavo Juan Moreno acerca de la
aparición de la virgen en aguas de la bahía de Nipe, que la zona era
utilizada para la recolección de sal desde tiempos precolombinos.
El
padre Ramos fue uno de los clérigos de Santiago del Prado, lugar donde
se encontraban las minas de cobre que explotaba el Rey desde el siglo
XVI al oeste de la capital oriental. El clérigo arrendó al Rey el hato
de Barajagua por doscientos pesos, según indica la mencionada carta del
esclavo Nicolás, corroborando el poco valor que para ese entonces tenía
el territorio. La siembra de tabaco y la explotación ganadera eran los
renglones principales de la economía oriental hasta el siglo XVIII,
época en que comenzó, con fines comerciales domésticos, la producción de
azúcar mascabado, miel y raspadura, renglones principales de la parte
occidental de la isla. Lo más probable era que el padre Ramos la
utilizara para producir tabaco con fines comerciales, dada la
importancia de este producto para la corona española, y debido a la
lejanía de la ciudad de Cuba y el acceso montañoso a ésta, para la cría
de ganado para consumo local y la venta de carne salada y pieles. El
poco comercio se centraba en la costa sur y entre las cabeceras de las
dos jurisdicciones. Durante los primeros siglos de la colonización y
hasta bien entrado el siglo XVIII, la economía de la mitad oriental de
la isla se reducía, además del tabaco, al comercio de pieles, carne
salada y madera. Una cantidad nada despreciable de los últimos tres
productos se comerciaban, mediante el contrabando, hacia las islas
caribeñas y la costa de Tierra Firme.
Bibliografía
(1) Carta de Nicolás de Montenegro a doña Paula de Eguiluz y Montenegro.
Dos
tengo escritas y ésta tres y en éstas he avisado a mi Señora de lo que
por acá ha pasado después que mi Señora falta de estas minas. Y ahora
vuelvo a hacerlo en ésta de (las) muchas novedades que de hora a hora se
ofrecen y suceden.... Mi Señora, en cuanto a los cobres del río ha sido
y es sin ajuste....
el cobre es la moneda que corre hoy en las minas pues hombres y mujeres
y niños no se ocupan de otra cosa desde que amanece hasta que
anochece.... Queriendo yo estorbarlo me dijo Pedro Viojo que estas minas
no las (re)conoce por de mi Señora Doña Paula, sino por del Rey. Y lo
mismo todos los demás.... Antes eran (muchas las) soberbias de hombres y
mujeres, como mi señora sabe, pero hoy es cosa mucha pues dicen
públicamente que son horros.... El hato de Barajagua lo arrendó el padre Ramos en doscientos pesos, sólo las yerbas, dejando libres las monterías para la gente de estas minas. Y no les pareció a su gusto porque dicen que Barajagua y las monterías es suyo todo, que el Rey se los dió.... Miguel Congolo desde que mi Señora salió de estas minas se fue y plantó en la covacha
y se ha aprovechado de todo el cacao de ambas cosechas de este año
pasado. Y diciéndole yo cómo hacía eso, que aquellos cacaos son de mi
Señora doña Paula, me respondió que son del Rey y él también. Manuel del
Río después que estuvo por su voluntad por allá en paseos vino a solo
acabar de ayudar (a) azotar estas minas de cobre.
(2) Kathryn Joy McKnight. Afro-Latino Voices: Narratives from the Early Modern Ibero-Atlantic World. 1550-1812. Hackett Publishing Company, 2009, pg. 134.
Textos
Bahía de Nipe,
Banes,
Barajagua,
Cueto,
Diego Velázquez,
Holguín,
Mayarí,
Tacajó
en
09:48
Sin comentarios:
Enlaces a esta entrada
Publicado por
Roberto Fernandez-Rizo

TOMADO DE: http://artmixcuba.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario