Muestra mis creaciones literarias, poemas, crónicas y relatos, así como detalles biográficos del autor. Del mismo modo contribuye modestamente a promover la literatura y el arte de mis hermanos poetas, narradores y artistas, no solamente cubanos, sino latinoamericanos e hispanohablantes en general, que encuentran en este blog una especie de casa virtual con puertas y ventanas siempre abiertas, para el diálogo y la charla entre amigos.


Cita de Jorge Luis Borges
"Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de líderes, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez... Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes de un escritor".
Jorge Luis Borges.

José Lezama Lima: La mar violeta añora el nacimiento de los dioses,
ya que nacer es aquí una fiesta innombrable,
un redoble de cortejos y tritones reinando.

sábado, 15 de agosto de 2015
viernes, 13 de marzo de 2015
Entrevista con el hombre [hu]eco: Gonzalo Salesky
miércoles, 21 de enero de 2015
hice mi tela de araña,
me dio vida,
a punto del precipicio.
BIBLIOGRAFÍA
jueves, 1 de enero de 2015
Y es que pocos autores y pocos libros pueden darse el lujo de esperar 40 años entre su creación y su difusión definitiva, sin que su discurso pierda frescura y eficacia, como ocurre felizmente en este caso.
Juego de damas parece acabado de escribir ahora mismo, como si Heberto y Belkis no se hubieran salido del juego castrista en 1968, ni tenido que pasar por las mazmorras de Villa Marista; Heberto durante más de un mes, a partir del asalto a su apartamento el 20 de marzo de 1971, por haber escrito su premiado libro Fuera del juego.
Es completamente irónico que ambos poetas usaran en sus dos libros la palabra “juego”, cuando debían haber sabido muy bien que si con algo estaban jugando era con candela, y no precisamente con fuego fatuo de las antiguas tumbas de esclavos cimarrones, palabra que me viene a la mente ahora por primera vez para calificar a Belkis y a Heberto, pues fueron ellos dos justamente los primeros “cimarrones” de la literatura cubana huyendo del control absolutista del estado, previsto ya por Virgilio Piñera en la reunión de los intelectuales con Fidel en 1961 en la Biblioteca Nacional, cuando el autor de Electra Garrigó declaró ante nuestro Saturno tropical “yo tengo mucho miedo”, y después le dijo a un enardecido Bola de Nieve “Bola se ha creído que es la mujer de Roberpierre”.
Claro que Virgilio pagó cara su osadía con largos años de ostracismo, y los rancheadores de la uneac salieron después a perseguir a nuestros dos primeros cimarrones literarios cumpliendo órdenes de su mayoral.
El caso Belkis-Padilla –porque aquí me permito editar la historia, que casi siempre ha dejado a Belkis de lado– fue un verdadero aldabonazo para la izquierda fascinada con el castrismo, y en 1980 el matrimonio pudo por fin abandonar el barracón.
Salvada la parte histórica, la poesía de Belkis Cuza Malé brilla con luz propia; no es ella una especie de luna que refleja los rayos del rey-sol Padilla, porque si deslumbrante es Fuera del juego, no menos fascinante y tremendo es Juego de damas, libro al que yo titularía El juego humano, para desenmarcarlo de cualquier intención sexista/feminista que el lector pudiera inferir de su título original, y que en realidad nada tiene que ver con el cliché del lugar común sobre la poesía femenina que la propia escritora aborrece.
Pero como también “las damas” es un juego de mesa, algo así como un ajedrez menor, no toquemos el título de Belkis para su libro, que es cualquier cosa menos “femenino”.
Juego de damas es un libro recio, contundente, auténtico; sin remilgos complacientes en su lenguaje, casi prosa a veces.
Dividido en tres partes totalmente asimétricas, abre el fuego con el bloque titulado Los fotogénicos, como el poema donde… “ninguno está seguro del otro,/ pero navegan,/navegan con la isla por todos los mares del mundo”, para continuar con un despliegue de imágenes audaces, desinhibidas, casi gráficas, pero sin llegar a porno…, porque no alcanzan a provocar lascivia por lo tremendo del drama subyacente: … “escucha mis quejidos, se asoma al ojo de la cerradura./Lo está mirando todo:/
tú, vestido,/yo, desnuda, estirándome como una garza/en la alberca”.
En el poema Fausto, la poeta apura la copa; empieza a quitar el pie del freno involuntario: … “¿Es que otros Faustos recorren la ciudad?”.
Toques surrealistas refrescan el viaje por el universo belkiniano; y hasta dan deseos de acompañarla cuando dice que “Rimbaud y yo nos hacemos al mar /en un gran elefante blanco”…
Ya en el núcleo del poemario, que también le da nombre al libro, cuando dice: … “No hay duda./ Alguien prepara su trampa,/está acechando con el ojo bueno,/ mientras juega a la zurda como un tahúr sin suerte”, Belkis se arriesga con la paranoia totalitaria, porque, pitonisa al fin, acertó en lo de “tahúr zurdo tramposo sin suerte”.
Culta pero sin pedantería, ese “Tu voz me sabe a Bach, /sube por mi boca,/toca mi sexo,/me desnuda”, me remonta a Carilda, por la calidad de las imágenes que convocan ambas cuando se las lee, no por semejanza, porque Belkis no es secuela de nadie, ni de sí misma, pues siempre se reinventa.
Sin ningún remilgo, se baja del pedestal barroco para “meter” una fase coloquial de barrio: “Caballero, ¿usted sabe lo que es comerse un cable?”, en su poema La mujer fatal.
En Están haciendo una muchacha para la época, ya anda Belkis desbocada dejándole rastros al futuro rancheador castrista: … “con mucha cal y pocas herramientas”.
En Retrato de una dama que ha perdido la ilusión, se debe haber disparado la alarma en la uneac contra esta dama, que no es coja ni boba, y mucho menos loca, aunque les haya roto el plan, y no me cabe duda de que Mujer desahuciada los debe haber sacado de quicio, al finalizar diciendo que … “No es posible apasionarse con nada,/ni siquiera con la pasión misma”.
Por si quedaran dudas de la eficacia del lenguaje poético de la “acusada” e interfecta poeta, en Crítica a la razón pura, Belkis se pone la soga al cuello cuando declama al final que … “Ella es la muchacha/ que ustedes necesitan destruir/para sentirse más fuertes”.
En el tercer y último bloque, titulado La rueda, Belkis comienza como a frenar, aunque en Los viejos incendiarios vuelve a clavar su culta pica en el lomo de la bestia, y la hinca todavía más en el poema En el museo de la vida, al cuestionarse, tras preguntar qué somos: “¿Conquistadores gloriosos del porvenir?”
Premonitoria siempre –por eso la llamo nuestra pitonisa nacional– , en Compro muebles viejos: sillas, camas, bastidores… afirma: … “y el nuevo propietario comienza a pensar /que él es el otro,/que todo lo que toca se convierte en sal y agua”…, como desgraciadamente ocurriría en realidad, porque ese “nuevo propietario” hasta la sal le tiene racionada a nuestro pueblo.
Finaliza el poemario con Grabado, y eso es justamente este libro, una visión impresionista de la realidad cubana de los años sesenta, con toques surrealistas y tono coloquial, que lo hacen un documento inapreciable para entender la doble paranoia del cubano después de 1959, sea o haya sido cimarrón o rancheador.
del lado que fue rojo tras el extinto Muro,/pero tú,/
huyendo precisamente/de esas tristes sombras,/engendro caribeño/de un Hitler tropical,/
fuiste a refugiarte/a un camino de Texas,/de tilos refulgentes, /y una casa muy azul./
Heberto fue tu esposo,/el padre de tu hijo,/y el poeta difícil de la renunciación,/
sufriendo ambos la cárcel, /el duelo del destierro,/y el final de su amor,/pero,/
cual pitonisa de un futuro divino,/brillas hoy con luz propia,/en un juego de damas,/
que no acepta otro Rey/que no sea Jesús.
Esta incansable creadora guantanamera –poeta, novelista, pintora y promotora cultural–, que ya lleva casi treinta años editando ese monumento literario que es Linden Lane Magazine, y que como periodista sienta cátedra por sus inteligentes entrevistas a destacadas personalidades de las letras, es ahora la entrevistada por mí en la Tertulia de APOGEO, por lo que de verdad voy a “bailar en casa del trompo”:
Yo estudié un año, siendo aún muy niña, en la escuelita que quedaba en casa del poeta Regino Boti. Las hermanas de Regino Boti fueron mis maestras, pero no recuerdo si en efecto eran una o dos. Tengo entendido que mi abuela, siendo una niña, cursó estudios allí, de seguro que con familiares del poeta. Recuerdo en especial el jardín de la casa de Boti. Caminar por allí a la hora del recreo era para mí la felicidad. En aquel jardín descubrí la poesía.
Yo vivía entonces en Santiago de Cuba, y tuve que recurrir a mi abuelo materno – un catalán establecido en Guantánamo, que apenas si hablaba español– para que me acompañase a La Habana, pues mi padre era mi estricto y no me hubiera permitido viajar sola.
El aporte fundamental de Heberto a la cultura cubana es haber traído a la escena una poesía que entonces no se hacía en Cuba, una poesía que se había nutrido sobre todo de la inglesa, pero de un modo nuevo, de la mano de la poesía rusa, que ya en las últimas décadas casi sucumbe a la tragedia de la Historia – fíjense que la puse con mayúscula– revolucionaria . La política asomaba la oreja, pero de un modo nuevo, y los poetas redimían su papel de burócratas oficialistas.
Fue Heberto el primero en abordar con su obra una temática nueva, y enfrentar así al naciente estado totalitario y la represión. Su denuncia de lo que estaba sucediendo abrió el camino y socavó los cimientos de la revolución. Y sus poemas fueron y siguen siendo proféticos. Ya nada fue igual a partir de Fuera del juego.
La idea fue enteramente mía, aunque Heberto me secundó (más bien a regañadientes) y no tuvo otra opción que acompañarme a recoger los ejemplares a las distintas imprentas donde carenábamos buscando precios más bajos. En la imprenta del principal periódico de Princeton (The Princeton Packet) estuvimos publicando el primer año, pero era muy costoso y tuvimos que buscar otro sitio. Por eso nos fuimos hasta la misma ciudad de New York. Al final descubrimos que esa ciudad tenía las imprentas más baratas, pues por lo regular sus propietarios eran asiáticos enfrentados a la competencia. Pero debo añadir que nunca me resultó una tarea agobiante, a pesar de compartir mis horas de trabajo con las de periodista, poeta, ama de casa, madre y esposa. Fueron años muy productivos esos de los ochenta y los noventa, porque LLM fluía, y mi esfuerzo no era en vano. No sé cuántas veces nos mudamos, cuántos tropiezos existieron a lo largo de estos años, pero siempre había tiempo y espacio para el magazine.
Aunque debo recalcar que no fue fácil: el exilio cubano no ha aprendido de los ricos de este país, tan generosos para apoyar la literatura y las artes en general, ni ha considerado necesario – a pesar de todo su patriotismo– proteger la cultura, ni promoverla. La mayoría de las actividades que se realizan fuera de Cuba son por iniciativas personales, con un gran sacrificio por parte de todos.
Por eso yo soy la primer sorprendida cuando veo que tras casi treinta años de haber comenzado, LLM todavía existe, y son muy pocos los escritores cubanos en el exilio que no han publicado en sus páginas. Sin recursos aparentes, pero con la protección de Dios, LLM ha sobrevivido las más extrañas peripecias, y hoy ha entrado en la era moderna de la tecnología más avanzada. Gracias a un artículo que milagrosamente leí en The New York Times, me puse en contacto con una compañía, la HP, que publica ahora *en demanda*, y cuyas ediciones son de lujo. Hemos pues llegado a la calidad extrema, tras haber estado todos estos años publicando en forma de tabloide en news print, o papel gaceta; estilo que a mí en particular me gustaba mucho, pues estaba inspirado en el célebre The New York Review of Books, que dirige Robert Silvers.
Junto a LLM fueron surgiendo las ediciones LINDEN LANE PRESS, que ya llevan más de 18 títulos publicados, y que ahora también se han renovado, pues hemos comenzado a publicar a todo color y en ediciones de lujo.
Por entonces yo leía muchas novelas, muchas, pero las de Virginia Woolf eran mis preferidas, al igual que los cuentos de Katherine Mansfield y todas las obras de primera calidad de la literatura universal. Leía lo mismo a los rusos que a los franceses eternos.
Un novelista que influyó en mí fue Mihail Bulgakov con El maestro y Margarita, y también Carson MacCullers, con su mundo del sur americano.