AQUÍ VAN LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS DE LA EXCELENTE OBRA "EL PAÍS DE DESPUÉS", DEL SIETE AL NUEVE. ¡QUÉ DISFRUTEN LA LECTURA!
JEAN PRIEUR: “EL PAÍS DE DESPUÉS” ____ (7) Capítulo
VII: “Las apariciones”
En algunas ocasiones las personas inician actividades
para las cuales o no están debidamente preparadas o no midieron los riesgos que
conllevan aparejadas. Son actividades que, aunque con apariencia inocua, si no
se realizan con las protecciones adecuadas pueden acarrear problemas personales
enormes.
La escritura automática, por ejemplo, la ouija y otras prácticas
llaman a seres ávidos de mostrarse. En casi todos los casos, buscan que los
humanos les abramos la puerta y así introducirse en nuestras vidas, y no
precisamente para hacerlas más fáciles. Al cabo de un tiempo de práctica, esas
personas van perdiendo autonomía y un espíritu o varios, ya mediante
apariciones ya desde dentro de su cuerpo, les hacen la vida difícil hasta el
punto de no ser dueños apenas de sus actos.
Espíritus apegados a la Tierra se presentan y percibimos su
lamentable estado, perdidos, desconcertados, muchos que todavía no se han
percatado de su muerte terrena. Deambulan y no encuentran acomodo.
Por suerte, algunas visitas se manifiestan para hacernos partícipes
de su nueva realidad en la cual la belleza y el amor emanan. Estas apariciones
no son frecuentes, pues, aunque nuestros seres queridos las deseasen seguro que
se impone su temor a asustarnos. Es demasiado frecuente que muchas personas,
incluso creyentes, sientan y transmitan a su entorno un temor infundado a que
los fallecidos se muestren. No es una conducta censurable, pero sí coarta las
posibilidades de que nuestros seres queridos, tras su fallecimiento, den
señales de vida.
Tengamos todo esto muy en cuenta.
¡Buen día!
CAPÍTULO
VII – LAS APARICIONES
VII.1 Aparición es la manifestación visible (a veces audible y
tangible) de un ser del otro mundo mostrándose de pronto ante nosotros en su
cuerpo espiritual. Puede tratarse de un difunto, de una entidad del bajo astral
o, raramente, de un ángel. La aparición se distingue de la visión en el sentido
de que la última es toda interior y se sitúa en el nivel del mental.
Siempre
breve, la aparición es la mayor parte de las veces inesperada, nocturna y muda.
Los latinos lo llamaban simulacrum, que significa también imagen, figura
reflejada… estatua, lo cual es bastante exacto, puesto que posee las tres
dimensiones. No es una especie de foto en blanco y negro, es un holograma en
colores.
El
espectro más ilustre de la Historia romana es el que anunció a Junius Brutus su
derrota y su muerte.
La
sombra de Samuel, juez de Israel, evocada y provocada por la pitonisa de
En-Dor, predijo al rey Saúl sus desastres.
En
las siguientes dos cartas, se estudian apariciones constituidas por vapores
blancos, grises o negros, que parecen provenir de espíritus erráticos, más bien
mal intencionados y que no llegan a materializarse.
En
el apartamento que Fernande y su amiga ocupan desde hace cuatro años,
pasan cosas incomprensibles y desagradables: la electricidad oscila, las
puertas y ventanas se abren y cierran por sí solas sin razón. Corrientes de
aire frío recorren las habitaciones.
«Mi
amiga y yo vemos formas, tanto blancas como negras, que parecen desearnos el
mal. Tengo dos hijos de tres y cuatro años y tengo miedo por ellos. Se han
vuelto hiperactivos, agresivos, coléricos. Creo en Dios, en el amor, en el
Paraíso, y voy con frecuencia a la iglesia para rezar, pero mi fe es más
vacilante a causa de esas presencias hostiles que residen en mi casa. ¡Tengo
también visiones que se producen de manera fortuita y que, a veces, son
confirmadas por los acontecimientos! Algo más: ella y yo hacemos escritura
automática. Se ha convertido en una obligación, una necesidad imperiosa, pero
ello no nos aporta ningún alivio, más bien al contrario.
Díganos
qué es necesario hacer para expulsar el mal de nuestra casa. Tenemos proyectado
mudarnos.»
Comience
por abandonar la escritura automática. De esa manera atrajo a su casa a las
entidades maléficas que le perturban e inquietan. Usted tiene la mediumnidad,
pero eso puede acabar en una catástrofe si no es canalizada, bien dirigida.
Deje caer el lápiz… definitivamente.
Evidentemente,
eso no les gustará a los espíritus que les obsesionan y comenzarán a obsesionar
a los niños; la cólera permanente es un principio de infestación. Pero aguante
y rece para ser liberado. En ello va su salud física y mental. Conozco varias
personas que perdieron la razón por abusar de esos contactos con el Otro Mundo;
sea como sea, no debe convertirse en un hábito, una droga de la que no se puede
pasar. Necesita cuidar que queden como una cosa excepcional. En su caso, le
aconsejo renunciar definitivamente. Verá como las cosas irán mejorando. De
todos modos, mudarse no serviría de nada; donde usted vaya, «ellos» le
seguirán. Es su mental el que necesita purificar con la meditación y la música sagrada.
VII.2
Chantal: «Una tarde estaba en mi casa con mis dos hijitos (mi marido
trabajaba en otra localidad); vi una forma blanca en un rincón de mi salón. No
me inquietaba, pues no la sentía como malvada. La miré fijamente y le dije:
“¡De acuerdo, puedes venir! Como si respondiese a una llamada de su parte,
aunque evidentemente no me había pedido nada. A continuación, sin pensar más,
me acosté. Me coloqué sigilosamente cerca de mi hijo mayor que tenía tres años
en esa época.
En
el momento en que encendía la luz, notaba un calor en la parte baja de la
columna vertebral, que se intensificaba al llegar a la nuca. Tenía la impresión
de que alguien quería sacar algo del interior de mi cuerpo hacia el exterior.
Estaba segura de estar despierta y no dormida.
Quise
coger de la mano a mi hijo, pero mi brazo estaba paralizado. Esta vez tuve
verdadero miedo y ordené que cesase. Encendí la luz. Me levanté y el fenómeno
desapareció. A continuación, me acosté y vi colores, así como formas que
atravesaban mi habitación. Después apareció un rostro, una cara de hombre muy
guapo. El desconocido pronuncia una sola palabra: “MICHEL”. Lo que turbaba era
su belleza, su sonrisa luminosa. Sin embargo, el miedo era más fuerte; me puse
a rezar y pedí a ese desconocido que cesase. Sentí que él compartía mi temor.
Siento todavía el calor a lo largo de mi columna vertebral. Eso fue todo. ¿Ese
Michel era un ángel?»
¡Seguro
que no! Las apariciones de ángeles son rarísimas; hay grandes santos que no las
han tenido. Si ese Michel hubiese sido un ser celeste no habría tenido
sentimiento de miedo, no habría intentado deslizarse en usted y no habría
paralizado su brazo. No se trata de un ser maléfico disfrazado como ángel de
luz. Se trata, en realidad, de un espíritu errante que tiene nostalgia de la
vida en la Tierra y que desea reencarnarse provisionalmente. Si vuelve hágale
comprender (puesto que estuvo en contacto telepático con él) que debe alejarse
de la Tierra, elevarse hacia planos superiores y no importunarla.
Tuvo
una buena reacción rezando y ordenándole cesar. Nosotros tenemos un cierto
poder sobre los espíritus. Si les hablamos con autoridad, si somos puros, nos
obedecen. Existe peligro al acogerlos (algo que usted hizo), atraerlos (cosa
que no hizo). El riesgo de infestación o de posesión es real. Tanto más cuanto
que tiene dos hijos pequeños que podrían acabar siendo sus víctimas.
VII.3 En las cartas que van a leer ahora, el ser espiritual supo
recrear su apariencia física y vestidos. En general, sus intenciones son
buenas, no busca inquietar y desea simplemente el contacto.
Una
noche, hacia la medianoche, Christa acababa de acostarse, tenía los ojos
cerrados hasta que vio una luz iluminando su dormitorio.
«Una
mujer joven, alrededor de la treintena, salió de la pared, vestida con un largo
camisón blanco, cuello y muñecas de encaje, una pequeña cofia sobre sus
cabellos rubios y rizados. Tenía la tez pálida y el rostro petrificado. Se
aproximó a mí e iluminó mi cara, yo no osaba moverme. Alumbró también a mi
marido, que dormía; después dio media vuelta, atravesó la pared y bajó una
escalera. Lo que me extraña, porque en ese lugar no había ninguna. Tengo la
impresión de encontrarme en un albergue del siglo pasado. En varias ocasiones
me ocurrieron casos similares; me gustaría comprender lo que le acabo de
exponer.»
Tenía
los ojos cerrados, luego ha visto a esa persona con el cuerpo sutil, y la luz
que le alumbraba no era una luz natural. Si su casa es antigua, hay muchas
buenas ocasiones para esa joven mujer, la de los vestidos anticuados; habitó en
ella hace tiempo y vuelve para ver lo que allí pasa. Puede parecer extraño,
pero se ha constatado más de un ejemplo de este tipo.
Si
su casa es moderna, debe estar emplazada en el lugar donde hubo un albergue y
su visitante debía dormir en la planta alta; de ahí la presencia de una
escalera que estaba acostumbrada a utilizar. En los dos casos la escalera fue
suprimida. La joven mujer con la cofia de encaje me parece ser una sirviente.
VII.4
Bettina: «En la primavera de este año, uno de mis vecinos partió solo hacia
el Midi[1]; murió en el coche: muerto a causa del golpe. Después del
entierro, su familia, bastante numerosa, llegada de otra provincia, no quiso
permanecer en la casa, súbitamente vacía, con su esposa e hijos absolutamente
hundidos. Les llevaron con ellos una semana o dos.
Unos
días después, yo pasaba el aspirador en mi casa y no pensaba seguramente en
esas personas, con las cuales estaba en buenas relaciones, sin que tuviésemos
grandes cosas que decirnos; me los encontraba fortuitamente. De pronto la
súbita aparición del difunto, a unos tres metros de mí, me deja descorazonada.
Tenía el aire totalmente perturbado, inconsciente, ausente, mirándome como
alguien que acaba de darse un cabezazo. No me dijo nada y no parecía desear
hablarme. En cuanto a mí, estaba demasiado desconcertada para haberlo soñado y
no creo que eso pudiera serle útil en el estado en que se encontraba.
Permanecimos así de quince a veinte segundos como máximo; después giró sobre sí
mismo, y se deslizó rápidamente fuera de mi casa pasando a través de la pared.
No
le he vuelto nunca a ver y no dije nada a los suyos, pues de momento estamos
demasiado lejos los unos de los otros para que este relato les pueda ser de
alguna ayuda. El tiempo ha pasado, su mujer se volvió a casar y el joven
muchacho encontró cómo situarse.»
Me
parece fácil comprender el desarrollo de esa escena: comenzando a tomar
conciencia del otro lado del vuelo, pero aún mal despierto, ignorando todo el
accidente, ese hombre no ha comprendido que está muerto. Pudo atribuir a una
enfermedad el estado curioso en el que se encontraba y no pensó más que en
volver a su casa, a donde fue transportado instantáneamente. Constató con
extrañeza y decepción que la vivienda estaba vacía y sin signos de vida:
postigos cerrados, persianas echadas, todas las habitaciones bien ordenadas por
la familia antes de su partida. Perplejo, debió escuchar vagamente el ruido de
su aspirador. Solo usted está en condiciones de proporcionar información sobre
esos sucesos a aquella familia. Habiendo pensado en su casa, él se vio
propulsado demasiado pronto. Muy turbado de descubrir que no había ni viajado,
ni llamado a la puerta, se percató de la incongruencia de su visita. En ese
momento usted le percibió y es lamentable que no haya podido explicarle (ya que
estaba al corriente de la situación) lo que había pasado, puesto que nadie
había ido a acogerle en la otra vida. Lo que me confiesa es preocupante.
VII.5
Marie Claire: «Una tarde, sin estar dormida, tuve la siguiente visión: ante
mis ojos cerrados pasa una claridad. Veo, entonces, a un hombre elevarse
lentamente. Sé, de pronto, que es mi padre, muerto en enero pasado; tiene una
venda sobre los ojos, sus manos están atadas a su espalda. Lentamente, pasa
ante mí sin detenerse.
¿Es
un mensaje lo que él quiso transmitir?
Días
después, mi hija, que tiene diecinueve años, le vio a su vuelta: sentado en una
silla, en una habitación oscura.
Debo
decir que mi padre siempre vivió con sus hijos de una manera fría, distante,
sin el menor afecto. Siempre he echado de menos esa falta de comunicación y de
sensibilidad, pues hubiera querido conversar con él de su vida, y eso no fue
nunca posible.»
Su
padre es en la nueva vida como fue sobre la Tierra. El símbolo de la venda
indica que su falta de amor hizo de él un ciego en el otro mundo. Pasa ante
usted sin girar la cabeza (la ignora deliberadamente), sin tenderle la mano
(simbolismo de las manos atadas, que expresa también el rechazo de dar). El
ensueño de su hija es igualmente muy explícito: Está sentado (negativa de
avanzar, de seguir adelante), en una habitación oscura (está encerrado en sí
mismo), se complace en la inactividad. En suma, en el País de Después, le
tratan como él les trató. Su soledad es el castigo de su insensibilidad.
En
cuanto a usted, no se culpabilice, no es su falta. Si está inmerso en el
silencio y la inmovilidad, es él quien rehusó el diálogo.
VII.6
Audrey: «Soy médium no profesional y noto que después de haber visto
espíritus, estoy depresiva y fatigada. ¿Qué pasa? ¿Cómo remediar esto?»
Cesando
de atraerles con invocaciones o por el simple pensamiento. Esos seres que le
agotan provienen del Astral, se sirven de su vitalidad para materializarse.
Todas las tradiciones dicen que los espíritus llenan nuestra atmósfera y rondan
a nuestro alrededor en enjambres apretados. No piden más que entrar en
relación; las experiencias espíritas lo prueban abundantemente. Cohabitamos con
ellos a la manera de los inquilinos de un gran edificio; pero, lo mismo que no
se abre la puerta a no importa quién, es juicioso no invitar a nuestra casa a
los errantes del astral. Por la noche es prudente echar el cerrojo. Si les
invitamos, es por nuestra cuenta y riesgo.
VII.7
Umberto: «¿Los difuntos se aparecen solamente a los que tienen los ojos
espirituales abiertos? ¿Ciertas virtudes, ciertas disposiciones, ciertos dones
son necesarios para verlos?»
Si
se necesitasen solamente virtud y perfección, no habría nadie en el mundo para
percibirlos. Apenas algún elegido por siglo. Algo, un mínimo de pureza, de
desinterés a la vista del dinero y de la notoriedad es indispensable. Es la
condición necesaria, pero no suficiente. Eso no es lo esencial. Lo esencial es
el don, la disposición innata. Sin embargo, es necesario admitir, aunque eso
nos choque, que todo el mundo no los posee. Es lo mismo en la pintura o la
música, todo el mundo no es Delacroix o Berlioz.
El
don de visión directa del Más allá es extremadamente raro. Solo lo han recibido
los verdaderos médiums, los grandes místicos. Pero a menudo debieron pagarlo
muy caro.
Sin
embargo, todo el mundo sueña, todo el mundo puede ver y escuchar en el ensueño
a los padres, los amigos que nos han precedido en la segunda vida. Así fue como
de esta manera el hombre prehistórico llegó a la noción de inmortalidad. Cuando
él veía en sueños viviendo y en buen estado a un cazador que murió a su lado,
comprendía que su compañero continuaba viviendo en otra vida misteriosa, pero
real.
El
hombre tuvo entonces las nociones de supervivencia, por ello se han encontrado
juguetes, adornos o armas en las sepulturas de niños, mujeres o de guerreros.
Algo conmovedor: la cabeza de esos muertos, tan alejados en el tiempo, estaba
siempre girada hacia el Oriente, hacia la aurora eterna.
VII.8
Anne Marie: «Desconcertada por una reciente experiencia, quisiera pedir a
uno de sus especialistas lo que opina de esto:
Algunos
días después de la muerte, brutal y del todo inesperada, de mi madre reemprendí
mi trabajo, esperando reponerme del golpe, la pena y el vacío cruelmente
experimentados. Profesora, supervisaba mis clases, muy aplicada a un deber
escrito. El curso tenía lugar en una sala semejante a una antigua capilla y el
tiempo estaba pesado y cubierto. Bruscamente vi (o creí ver) en el fondo de la
sala, bastante alto en el aire, el busto de mi madre, sonriente, como un
relámpago plateado y brillante.
El
tiempo de cerrar los ojos y levantar la cabeza, allí no había nada… Pero la
visión había sido tan nítida que, algunos meses después, lo recuerdo con
precisión: mi madre, rejuvenecida como con cincuenta de años, parecía una de
esas antiguas fotos que habíamos mirado juntas antes de su desaparición. En esa
foto, yo era un bebé al lado suyo y de mi abuela; nuestro grupo había sido
fotografiado de lejos y cada persona era minúscula y un poco distinta.
Al
contrario, yo había visto a mi madre sola, como agrandada en sus dimensiones
naturales. Guardo la fuerte impresión de su sonrisa alegre y cómplice, de una
mirada feliz y de puntos luminosos que habría podido creer en movimiento en un
espacio muy negro.
A
la vez impresionada, inquieta y, a pesar de todo, un poco reconfortada, me
planteo cuestiones sobre las formas y la realidad de esa visión.»
La
aparición es muy fugaz (lo son siempre), pero presenta los caracteres de la
autenticidad. Las condiciones favorables estaban juntas: tiempo gris y silencio
de los alumnos concentrados en su composición. Esa especie de antigua capilla
debía formar una bóveda ojival bajo la cual su madre se pudo mostrar. Como a
menudo he escrito y dicho, la expresión de los desaparecidos, el ambiente que
ellos desprenden nos enseñan sobre su estado actual. Y esa dama está
rejuvenecida, sonriente, feliz. Aunque no está llena de claridad, está rodeada
de numerosos puntos luminosos. Todo eso presupone la bondad. Todo eso anuncia
las maravillas del mundo espiritual.
VII.9
Evelyne: «¿Los difuntos llevan vestidos? ¿Los ángeles tienen alas? ¿El
cuerpo espiritual lo llevamos ya sobre la Tierra o lo recibiremos cuando
entremos en el Cielo? ¡Perdone el desorden de mis preguntas!»
La
respuesta le va a llegar con el mismo desorden. Los moribundos tienen a menudo
una extraordinaria presciencia de las cosas de la vida futura. He aquí el caso
de una niñita de diez años que había comprendido todo y que le va a responder.
Lo que dijo en sus últimos días resume exactamente todo lo que usted desea
saber, lo que yo aprendí a lo largo de muchas investigaciones y experiencias.
Se
llamaba Daisy, era hija del Reverendo David Anderson Dryden, misionero de la
Iglesia Metodista. Murió de fiebre tifoidea en casa de sus padres, en San José
de California. Su caso fue relatado por la revista de la American Society
for Psychical Research, según las notas tomadas por su madre.
«Mamá,
quisiera que pudieras ver a Allie (un hermanito fallecido) que se encuentra
junto a ti. Dice que no le puedes ver porque tus ojos espirituales están
cerrados y que yo puedo porque mi espíritu no está ya pegado a mi cuerpo más
que por un delgado hilo de vida (Daisy no había nunca oído mencionar el cordón
de plata)».
«¿Te
habla en este momento?» – pregunta la madre.
«Si,
en este momento… y yo le respondo».
«¿Cómo
le entiendes? ¿no mueves los labios?»
«Nosotros
nos hablamos con el pensamiento», explica Daisy, que no conocía la palabra
telepatía.
«¿En
qué forma se muestra nuestro Allie? ¿Le ves vestido?».
«Se
diría que tiene el cuerpo envuelto en algo muy blanco, en algo maravilloso. Si
vieras cómo de ligero es ese manto, resplandeciente; ¡y cómo es de blanco! Sin embargo,
no se perciben pliegues, ni señales de costuras, lo que prueba que no es un
vestido corriente. Sin embargo, ¡Qué bien le va!»
«Está
vestido de luz», dijo el Reverendo Dryden citando un salmo.
«¡Oh!
Si, ¡es verdaderamente eso!» Gritó Daisy
Mientras
su hermana le cantaba un cántico donde preguntaba a los ángeles alados, ella
continuaba:
«¡Qué
extraño! Siempre habíamos pensado que los ángeles tenían alas: pero es un
error, no las tienen».
«Es
necesario que las tengan para volar por los cielos».
«Ellos
no vuelan, se transportan. Mira, cuando ensueño con Allie, lo nota y viene de
inmediato».
«En
efecto, ellos vienen a ella a la velocidad del pensamiento».
«¿Cómo
haces para ver a los ángeles?» Le preguntó su madre»
«Yo
no los veo siempre, pero cuando los percibo, se diría que las paredes de la
habitación desaparecen y mi vista llega a una distancia infinita.»
Esto
es los que dicen todos los videntes auténticos.
VII.10
Emilio: «¿Existen fantasmas de vivientes? Si es que sí ¿puede darme
ejemplos?»
Con
seguridad. Comenzaré con un ejemplo histórico. Una noche, la emperatriz Isabel[2] de Rusia, hija de Pedro el Grande, fue despertada por sus
damas de cámara enloquecidas. Le comunicaron esta noticia extravagante: un
fantasma que se le parecía exactamente estaba sentado en su trono, inmóvil,
silencioso, mirando al vacío. Los contornos eran nítidos, pero la sustancia
parecía vaporosa. La zarina se levantó, se presentó en la sala de recepciones y
constató que sus damas habían dicho la verdad. Contempló durante un rato esa
réplica de ella misma que parecía no quererse disipar. Disgustada, por
ignorancia de las realidades ocultas, tuvo una mala reacción. Hizo llamar a la
guardia y ordenó a los soldados fusilar a su doble. Ella murió poco tiempo
después. Se ha constatado que todo atentado hecho al doble exteriorizado repercute
sobre el cuerpo físico.
Mi
segundo ejemplo será menos trágico, menos espectacular, pero puedo hablar con
conocimiento de causa. Llamada telefónica de una amiga de Bélgica, Mme Rémy-W,
muy al corriente de los fenómenos psíquicos:
«Le he visto desdoblado durante la tarde de ayer sábado.
Estaba entre despierta y dormida, cercana a dormirme. Usted entró en mi
habitación, vestido con un traje azul marino, corbata burdeos anudada, no nudo
de pajarita. No me dijo nada, la expresión de su rostro era neutra, la aparición
no duró más que algunos minutos. En aquel momento creí que usted había partido
bruscamente hacia el otro mundo y que vino a decirme adiós. Constato con placer
que no es nada, ¿qué hacía la tarde del sábado?»
La
tarde de ese sábado me encontraba muy bien, estaba invitado por lectores
amigos. Iba vestido como un fantasma: completamente de azul marino, corbata
burdeos; pero no pensé ni un solo instante en esa dama belga. De todos modos,
nuestros lazos de amistad son puramente intelectuales y espirituales, nada de
sentimentales. Por otra parte, no hice ninguna tentativa de desdoblamiento;
estoy en contra de ese tipo de ejercicio. Pero un desdoblamiento involuntario
siempre es posible.
Habría
otra explicación: imágenes de personas, objetos y de paisajes viajan a través
del espacio y pueden ser captadas por personas beneficiadas de dones
mediúmnicos. La dama belga es de este tipo. Esas imágenes errantes serían
alguna vez recogidas en una pantalla de televisión. Serían tomadas por
fotografías del Más allá, aunque provengan de la Tierra, con sus edificios, sus
montañas, sus bosques, sus playas, sus habitantes. Así es como nos han
enseñado, en petit comité, una bañista saliendo a flote. Se maravillaban, se
pasmaban al pensar encontrar en el otro mundo los placeres de la natación,
mientras que sólo se trataba del fantasma de un viviente.
VII.11 El cuerpo espiritual no tiene ninguna tara, ninguna
enfermedad, es lo que Rose descubrió gracias a una visión:
Rose:
«Sarah, mi amiga de la infancia, fallecida hace diez años, se me apareció
anoche. Me decía: “Te veo, no estoy ciega.” Me enseñó sus ojos de un azul
intenso. Añadió: “¡Mira! ¡Mi cáncer desapareció!” Me mostró la piel de su cara
absolutamente intacta. Esto pasó al amanecer y yo no dormía, estaba
perfectamente lúcida. La veía ante mí con los ojos abiertos. Pero lo más
extraño es que si yo cerraba los ojos, la seguía viendo.»
Eso
significa que vio a Sarah no con los ojos físicos sino con los ojos de su
cuerpo metafísico.
Yo
he tenido una experiencia semejante. Vi (era durante un ensueño) los ojos de un
azul intenso de una amiga que había conocido ciega. Vi también a una vieja
dama, paralítica en los últimos tiempos de su vida, caminar a paso ligero en un
camino del Verano Eterno. Exclamaba con tono de éxtasis: «¡Qué bien me siento!
¡Qué feliz soy!»
VII.12
Marie-France: «Eran las 5 horas de la mañana de aquella noche. No había
logrado aún dormirme, tal era la atmósfera electrizada y sobreexcitada. De
pronto, veo a alguien vestido con una larga túnica blanca aparecer en el umbral
de mi habitación y dirigirse hacia mi cama. Se echa sobre mí, pasa las dos
manos sobre mis espaldas y me cubre de besos con gemidos de ternura. Le vi muy
de cerca. Vi sus ojos y sus manos morenas. De pronto, desapareció. ¡Me pongo
luego sobre el lado izquierdo, girando la espalda a la puerta! Y pruebo a
dormir de nuevo. En vano. Entonces siento una presencia muy fuerte aproximarse
a mí irresistiblemente. La atmósfera es más y más eléctrica. Siento un cuerpo
que se acuesta contra mí. No me muevo temerosa de hacerle partir y siento
dulcemente un abrazo que, al cabo de un cierto tiempo, se afloja… y se acaba
todo.
«Cuando
recuerdo todo esto me reprocho mi pasividad.
«La
víspera por la tarde había pensado en Karim: “¿Por qué no me has enviado nunca un
mensaje? ¿Por qué no has venido nunca a verme?»
Usted
experimentó una bella y rara manifestación. Se trataba de una manifestación
temporal, pero completa. Dio muestras de una gran sangre fría; pues si hubiese
tenido miedo, él se habría alejado enseguida y no le habría visto de nuevo.
En
cuanto a esa pasividad que se reprocha sin razón, es necesario atribuirla a una
especie de fuerza un poco paralizante ejercida por los espíritus.
[1] Midi: designa, vagamente, el territorio del sur de Francia
JEAN PRIEUR: “EL PAÍS DE DESPUÉS” ____ (8) Capítulo
VIII: “Los niños y los jóvenes”
¡Cuántas veces, ante la muerte de un niño, hemos escuchado
expresiones duras contra Dios! La muerte de un niño siempre resulta dolorosa,
como si no debiera ocurrir bajo ningún concepto y no tuviera nunca
justificación. ¡Eran tantas las esperanzas puestas en esa nueva vida!
Veremos como la gran escritora francesa George Sand, en 1848, sabe
transmitir un mensaje cargado de esperanza a una madre en tan angustioso
trance.
En la mayor parte de los casos, la persona que pierde ese pequeño
ser siente un verdadero dolor muy difícil de superar y que nunca se borrará de
su memoria. Da igual que hubiera nacido o estuviera en formación. Se le
recuerda siempre y una extraña fuerza de la mente le rememora de vez en cuando,
como si siguiera creciendo con el tiempo.
Nos tranquiliza conocer que en el Más allá los pequeños son
acogidos con amor y educados y formados por quienes hayan mostrado una especial
sensibilidad hacia la infancia y la juventud. Allí, esos infantes crecerán,
madurarán y adquirirán un conocimiento progresivo.
Como siempre, Jean Prieur no tiene miedo a ser políticamente
incorrecto y aborda el tema del aborto, iluminando con sus respuestas, abriendo
puertas a quienes desean saber qué ha sido de su pequeño que nació muerto.
Compasivo, ayuda a superar ese trance doloroso, ya de por sí un sufrimiento
para quienes perdieron a la criatura involuntariamente; o con un remordimiento
purificador si se acompaña del arrepentimiento, cuando la pérdida fue
voluntaria. Porque, como leeremos en el texto que sigue, esos no nacidos nos hablan
con afecto, no saben del rencor ni del odio. Ellos perdonan y nos aman.
Los jóvenes del Más allá, con su alegría, nos enseñan a sobrellevar
la espera para el reencuentro.
¡Buen día!
CAPÍTULO
VIII – LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES
VIII.1 Como la mayor parte de las madres, Diane se inquieta por
los hijos que fueron muy pronto proyectados al Más allá.
«¿No
están afectados, asustados, lejos de la protección de sus padres? Esa nueva
vida, de la cual no saben nada, ¿no va a parecerles como una pesadilla?»
“Tranquilícese,”-dice Georges Morrannier- “los niños están felices. Desde
que llegan aquí, son inmediatamente puestos a cargo de los miembros de su
familia, abuela o tía abuela y, en su ausencia, por extraños.
Al
principio los dejamos siempre en manos femeninas, aunque no es necesario que la
diferencia de vida les haga buscar a su madre. Existe, destaco, una gracia del
astral para esos pequeños que llegan solos aquí. Se acostumbran en un instante,
todo les parece natural, no se extrañan de nada.
Se
diría que se acuerdan y que encuentran una vida conocida. La fuerza espiritual
que nos dirige hace tan bien todo lo que prepara que no están asustados en
ningún momento. Es increíble y aún me sorprende. Los niños mayores encuentran
también siempre alguien para acogerles y explicarles lo que ha pasado, en la
medida en que puedan comprender.
La
dificultad comienza para los jóvenes que habían hecho proyectos en la Tierra,
deben renunciar a ellos y adaptarse a otra vida.”
VIII.2
Marie: «Acabo de perder mi niñito de diez años, estoy desolada, loca de
dolor. Me siento maldita. En mi angustia nadie me podrá consolar.»
¡Si!
La misma George Sand. He aquí la carta tan sincera y calurosa que escribió a su
amiga Mme Dorval, quien, como usted, se llamaba Marie y había visto morir a su pequeño
Georges.
“Nohant,
16 de junio de 1848:
No
podía creer esa horrorosa noticia que me habían dado como cierta y no osaba
preguntarte, mi pobre querida Marie. Tu carta me parte el corazón. Si,
comprendo tu desesperación y lloro contigo por ese hermoso niño bendito de
Dios, que regresa a Él antes de haber conocido nuestra triste y horrorosa vida.
¡Él está feliz! Vivió solo cuidados, amor, caricias y alegría. No está en la
tumbita donde vas a llorarle. Está en el seno de Dios. Cualquiera que sea su
paraíso, está bien allí donde está, porque regresó como vino. ¡Estate tranquila
por tu niño!
Es
amado en otra parte en este momento, y el amor que tú le envías siempre, a
pesar de la muerte, le acompaña y le protege en otra esfera de la existencia
desde donde te ve y sonríe sin cesar… Dios es justo, Él no es en absoluto
implacable y vindicativo como los hombres; Él ama, hasta que nos hace amantes…
No
hay locura ni tontería al creer en una mejor vida dónde van aquellos que nos
dejan y donde les encontraremos. Me sería imposible, en cuanto a mí, no
creerlo; y los que he perdido y amado me esperan siempre bien vivos.
Si
la muerte fuera algo absoluto, la vida no existiría…
Tu
amiga George”
VIII.3
Daria: «La hija de mi mejor amiga partió… muerta por un coche hace dos meses.
Se llamaba Severine y tenía diecisiete años. Severine tiene un hermanito,
Romain, de trece años. He aquí lo que Romain acaba de confiar a su mamá:
“Esta
noche estuve con Severine. Me pidió vestidos. Fui a su habitación para buscarle
una falda y una camisa. No veía su cara, entonces tomé un pincel blanco y
pintura blanca y pinté su cara. Hemos jugado al escondite toda la noche y nos
hemos divertido”.
Mi
amiga me dice que Romain estaba radiante por haber tenido ese sueño, pero que
no estaba seguro de haberlo soñado. Gracias por responderme, ella lo está
necesitando.
Personalmente,
creo en el Más allá desde el suicidio de mi hermano René. Pero ¿cómo hacer para
ayudar a alguien, cuando nosotros mismos no tenemos pruebas?»
El
ensueño del joven Romain es atractivo. Séverine pide sus vestidos, de otra
forma, le pide que piense en ella, que rece por ella, que el lazo de amor sea
mantenido. El hecho del pincel mojado en la pintura blanca que hizo aparecer la
cara de la joven niña significa que se encuentra en las esferas felices. Se
deduce del sueño una impresión de alegría; Romain dijo que se rió mucho y que
estaba encantado de haber tenido ese sueño; tenía tal intensidad, tal densidad,
que la presencia de Séverine aparecía como real; vino en su cuerpo sutil, para
visitar a su hermano pequeño.
En
lo que concierne a René, No hay necesidad de pruebas para ayudar
espiritualmente a un desaparecido. Por otra parte, hay pruebas, usted tiene
una: el ensueño del joven Romain que, no habiendo leído ninguna obra sobre el Más
allá, sería incapaz de inventar el testimonio que acaba de describir.
¡Muerto
por un coche! ¡Cuántas veces he oído o leído esta frase! Me viene a la cabeza
en cada ocasión que la tele nos muestra, con una música dulce y sobre un fondo
de paisajes exóticos, unos amantes que se lanzan a toda velocidad en coches
suicidas.
VIII.4
Denise: «La dolorosa historia siguiente, que confirma lo que usted dice
sobre las apariciones objetivas a la cabecera de los moribundos, ha ocurrido en
las proximidades de Liège, en un hogar de obreros agobiados por preocupaciones
materiales debidas al paro del marido.
Una
tarde de noviembre, Celine, su pequeña hija de cinco años, regresa del cole
quejándose de fuertes dolores de cabeza. Su madre se alarma y la mete en la
cama. Acaba por reconocer que unos bribones le golpearon repetidas veces la
cabeza contra una pared “para hacer como en las películas de la tele”.
Apenas
se acuesta cuando la sangre brota de su nariz y de sus orejas. Enloquecida, la
madre se precipita sobre el teléfono y llama al médico, que promete ir de
inmediato.
Céline
declaró entonces muy apesadumbrada:
“Veo
a mi hermana, está ahí, me hace señales”.
“Veamos
-protesta la madre-, eso no es posible. Lo sabes bien…” (se sobreentiende que
murió hace tres semanas).
“¡Sí!
Te lo aseguro, está ahí, cerca de mí, me tiende la mano. Es necesario que yo la
siga. ¡Adiós, mamá adiós!”»
Tras
estos hechos, el médico llega y no puede más que constatar el fallecimiento»
¡Qué
responsabilidad tienen los autores y los programadores de esas películas
televisivas! Me quedo sin palabras ante esos crímenes cometidos por niños. Vea
lo que ha pasado en Noruega donde una pequeña niña de la edad de Céline fue
muerta por dos pilluelos un poco mayores que ella. Y, en Inglaterra, en las
mismas circunstancias, el asesinato del pequeño James, ¡un bebé de dos años!
Ni
la certeza de que la resurrección es inmediata y que nuestros seres queridos
vienen a buscarnos quita nada al horror de esas lastimosas historias.
VIII.5
Géraldine: «Quisiera proteger a mis dos hijos pequeños (cinco y once años)
de los azares, trampas, riegos que el “progreso” ha multiplicado. Tengo miedo
de no poder estar a la altura de esta tarea agotadora.»
Este
mensaje de Georges[1] responde a su angustia:
“Desde
el nacimiento, hay que velar por el cumplimiento del destino, dejando una gran
autonomía al niño, después al adulto. No pierda nunca de vista que la libertad
juega un gran papel en la vida terrestre, como aquí. Los hombrecitos deben
aprender a convertirse en adultos y eso no es fácil. Importa dejarles cometer
errores. No se trata de “mimarles”, ni protegerles de todo. Deben aprender a
vivir. Los guías intervienen solamente en los casos graves, para salvarles de
la muerte si el destino lo exige.
Eso,
sin embargo, necesita una gran atención por su parte, y se evita que tengan dos
niños que vigilar al mismo tiempo.
Sucede
muy a menudo que los niños de corta edad mueren, por enfermedad o por
accidente, sin previsión del destino. En ese caso, muy doloroso, su guía recibe
la orden de no intervenir. Por una razón o por otra, el Invisible decidió
llamar a sus hijos.»
En
principio, más allá de los siete años, los accidentes graves o las muertes
estaban previstos.”
VIII.6
Stella: «Espero un hijo y tengo la intención de darle el nombre del que
perdí. Se llamaba Marcel. Si el que debe nacer fuera niña, la llamaría
Marcelle. Así tendría la impresión de haberlo reencontrado.»
No
haga nada de eso. El segundo hijo tendría la impresión, qué digo, la certeza de
ser querido en lugar del otro y no por él mismo. Se sentiría frustrado,
humillado. Hay en esta situación dos casos célebres que fueron también
dolorosos: Vincent Van Gogh y Salvador Dali. Los dos recibieron el nombre de un
hermano muerto y los dos sufrieron mucho. Lo quisieron sus padres y les
comprendemos. Dali declaró eso en una entrevista que publicaron en televisión
con ocasión de su muerte. En cuanto al joven Vincent, podía leer cada día su
nombre escrito en la tumba de un pequeño cementerio tras el templo, pues su
padre era el pastor.
El
caso se complica y se agrava cuando los padres perseveran en su dolor y
pretenden idealizar el difunto en detrimento del «reemplazante». Cada niño es
único, irremplazable y debe ser amado y apreciado por sí mismo.
VIII.7
Carine: «Creo en la otra vida y en la existencia de un mundo espiritual.
Actualmente estoy encinta de cinco meses y hace algunos días intenté una
experiencia de ouija. El vaso se movió poco, pero se movió. Los amigos me han
dicho que desconfíe, porque eso podía ser peligroso para el bebé. Los malos
espíritus podrían entrar en el feto ¿Es verdad?»
Sus
amigos tienen razón y debe escucharlos. En efecto, un espíritu malvado puede
infestar al niño por nacer. Renuncie al vaso y a todo ejercicio de ese género.
Haría mejor en visitar lugares en calma: iglesias, conciertos de música
clásica, bellos paisajes, galerías de pintura, a condición de evitar Picasso.
Encuentre la armonía y la belleza. Las ideas y las emociones de la mujer
encinta reaccionan en profundidad sobre el ser en formación. Debe pues velar
porque esas ideas y sentimientos sean de buena calidad.
VIII.8
Dina: «Respecto al problema tan doloroso del aborto, ¿qué les ocurre a los
pequeños seres que vivieron sólo muy poco tiempo en el seno de su madre y no
han conocido un solo día terrestre?»
No
tengo ideas especiales sobre la cuestión, pero pedí la respuesta a Jacqueline
Montvic[2], quién, a continuación de un accidente fisiológico, pasó
por esa prueba. Se dirige al niño que nunca nació:
“Mi
pequeño misterio, éste es el nombre que mi ternura te da cuando me aflora tu
recuerdo. Entre tus hermanos y hermanas, tuviste un lugar en mí durante ocho
semanas solamente, hasta que una enfermedad deshizo nuestro acuerdo carnal.
¿Eres tú mi hijo? ¿O más bien mi hija?… ¡Misterio!, de todos modos, mi párvulo
o mi pequeñito, mi miniatura, tú eres mi hijo. Apenas con forma y volumen, y
por tanto realidad definitiva, ser humano desde el instante inicial. ¿Parecería
que tú seas la promesa no tenida? ¿La esperanza saqueada? ¿El proyecto no
acabado?… Pero nosotros no dependemos de la duración de nuestro trayecto
terrestre, pronto o tarde interrumpido. No existe edad, ni estatura, ni
situación ante la mirada del Señor, que bendice a cada uno de nosotros
nombrándole desde su aurora. Cada uno es una persona única, una nota particular
e irreemplazable de la armonía universal; su inocencia les conduce hacia Su
misericordia.”
Hasta
en su vejez, mi madre constantemente pensaba en su pequeña Denise, que no había
vivido más que unos minutos.
VIII.9
Claudia: «Una de mis sobrinas, de once años de edad, ha aparecido durante
una sesión de espiritismo y nos dijo que no era feliz donde se encontraba.
¿Cómo puedo hacer para ayudarla a encontrar la paz en el Más allá? Sus padres
no creen en nada.»
Si
su sobrina no parece dichosa, es porque se ve declarada muerta por sus padres,
que no creen ni en el alma ni en su supervivencia. Posiblemente, también está
descontenta por haber sido forzada a “descender”. Sería necesario saber en qué
nivel espiritual estaban las personas que componían esa sesión. Pueden haberle
pasado sus propios sentimientos e ideas, todo no forzosamente puro. Si eso es
así, debe rezar por ella, hablarle de manera que esa niña del Más allá tenga en
la Tierra un punto de apoyo afectuoso.
VIII.10
Elena: «Cediendo a las presiones de mi entorno, aborté a la edad de trece
años. Desde entonces, sueño periódicamente con mi hijo. Le veo junto a un árbol
en flor. Me hace reproches “Mamá, me has matado, ¿por qué? ¿por qué me has hecho
esto?”
Para
mí es terrible, tanto más cuanto que tuve otro sueño también trastornador: mi
hijo corre hacia mí con los brazos tendidos; yo hago lo mismo, pero no llego a
cogerlo y a abrazarlo. No encuentro más que el vacío.
He
aquí la pregunta: ¿Cuando se aborta o le hacen una F.I.V.[3] (bebé probeta), los embriones siguen creciendo en el mundo
espiritual? ¿Quién se ocupa? Estoy segura que muchas mujeres quisieran estar
seguras. No me abandone, quisiera tanto saberlo.
P.
S. En mis sueños, vi a mi hijo sucesivamente bebé, niño, adolescente. Siempre
diferente y por lo tanto era siempre él. En lo sucesivo se presenta siempre
como un hombre joven.»
En
su post data, responde usted misma a su pregunta. Sí, los niños crecen en el
Más allá y cuando usted, en su momento, llegue allí arriba, será un joven
adulto quien irá a su reencuentro y podrá, por fin, tomarle en sus brazos. Eso
que era imposible en su sueño.
Aquel
a quien llama tan justamente hijo le ha perdonado ese gesto trágico que le
impuso su familia. Al principio le hacía reproches; luego, a medida que crecía
en el Más allá, comprendió su desamparo y la perdonó. Era muy joven, totalmente
desamparada. Sin haberla conocido, él la ama, le llama mamá, se lanza a su
encuentro.
Sus
ensueños son extremadamente claros y explícitos. Por ejemplo, el hecho de que
sea junto a un árbol en flor significa que está en una zona feliz de la otra
vida. No menciona su nombre, pero estoy seguro que le habrá dado uno. El nombre
es la personalidad, la encarnación del amor, la presencia en el mundo. Él
continúa interesándose por usted, por su hogar, por su segundo hijo (de siete
años en el mto de su carta), en la niñita que le anuncia su nacimiento. Es un
hijo mayor afectuoso, que se ocupa de sus hermanos y hermanas y, sobre todo, de
su madre, con la cual hace tiempo se reconcilió.
VIII.11
Angéle: «Leo muchos libros que tienen relación con la otra vida y sobre todo
los suyos. Siempre he sido bastante escéptica, pero la historia que mi hija me
ha contado me inquieta en sumo grado. Haciendo una siestecita junto a su bebé,
tuvo la impresión de ser observada, tanto de frente como de espalda y desde
arriba. Tuvo la sensación de sentir un peso, como si alguien quisiera entrar en
ella. Sintió mucho miedo y con gran esfuerzo consiguió hacer la señal de la
cruz. En ese momento, con un prolongado grito, algo salió de su cuerpo. Se
levantó de prisa y puso ese sello de protección sobre su bebé. Desde ese día,
el fenómeno se produce de vez en cuando, pero cada vez es menos espectacular.
Mi
hija vive en un edificio y el estudio pertenecía a mi tío, hoy fallecido, que
poseía otro justo al lado. Los dos alojamientos no están separados más que por
una puerta, hoy condenada. Ese hombre se decía mago, practicaba el
desencantamiento y se ocupaba de las ciencias ocultas.
Ella
tiene miedo de que queden restos de las prácticas malsanas y constata que.
desde entonces, todo va al revés. Por ejemplo, discute sin parar con su marido;
antes estaba gruesa y ahora está delgada, ansiosa y con gran nerviosismo. Gracias
por ayudarme.»
Esa
joven mujer tuvo una buena reacción en presencia de unas manifestaciones
inquietantes: la señal de la cruz tanto sobre ella como sobre el hijo. Habría
debido de acompañar con una enérgica oración y sin duda que lo hizo. Siempre
ocurre que la entidad maléfica sale de pronto dando un gran grito, como en el
Evangelio. Su hija ha practicado un exorcismo según las reglas y yo la
felicito. ¡Que siga rezando y los hechos inquietantes acabarán por desaparecer!
La
interpretación que ella dio es igualmente válida. Existen, en efecto, en esos
lugares influencias maléficas, remanentes de magia negra de las que llegará a
librarse haciendo llamadas a las fuerzas de la luz y haciendo la señal de la
cruz (concentrando su pensamiento en lo que significa) sobre sí misma, sobre
usted, su marido y su hijo.
Como
ve, es bueno conocer esas cosas a fin de saber defenderse.
VIII.12
Carole: «¡Oh! ¡Creer en eso! Yo quisiera igualmente creer que mi hijo no
está completamente perdido, que no está en la extinción absoluta. ¿Cree que
Gille, mi hijito, puede verdaderamente estar en alguna parte? Desde su partida,
pienso a menudo que me encontraría quizás menos desesperada si estuviera segura
de que no se encuentra en la nada, como deja entender el neuropsiquiatra que me
atiende. Me parece que sufriría menos si yo le supiera vivo en alguna parte,
existiendo de otra manera, dichoso, aunque no sea conmigo.»
“¡Que
sea feliz, aunque sea sin mí!” No hay como el corazón de una madre para
encontrar fórmula parecida. En general, se quiere que el otro sea feliz «a
condición de que lo sea conmigo». Los psiquiatras hacen daños terribles. Uno de
ellos afirmaba a una amiga en su caso, pero que no disfrutaba de su equilibrio
psíquico: “Señora, de una vez por todas, dígase que su hijo está muerto y cese
de pensarlo”. Usted, siendo profesora de lenguaje, habrá notado que empleaba el
pronombre neutro «lo»[4], reservado para las cosas. Resultado: ella estaba madura
para el suicidio y pude recogerla in extemis repitiéndole: “Philippe está
viviendo, está en otra parte, existe de otra manera”. Son por otra parte sus
propios términos, puesto que, en el fondo de usted misma, allí donde él puede
hablarle, sabe que está viviendo.
Más
tarde, hemos podido tener noticias de Philippe. Espero que las tenga también de
Gilles.
VIII.13
Arsène: «Mi hija forma parte de una secta en la que la principal ocupación,
por la tarde, es evocar a los muertos o más bien a un muerto, pues es siempre
el mismo. Desde las diez a las doce de la noche, un fantasma aparece, no sobre
una pantalla, como una imagen plana de cine o de televisión, sino en colores,
en tres dimensiones, como una imagen con volumen dotada de movimiento, separada
de todo soporte, de todo marco. Se puede dar la vuelta a su alrededor y es lo
que hacen los miembros de la secta durante sus danzas rituales e invocaciones.
El
fantasma en cuestión es el verdadero gurú de la comunidad. Es quien, cada
tarde, da sus instrucciones para el día siguiente, instrucciones que conciernen
sobre todo a las obras del castillo ruinoso, comprado por el jefe de la secta,
en el cual vive bien.
El
espíritu gurú pronuncia una especie de homilía donde repite sin cesar las
palabras: armonía, amor, luz, sol, Acuario, nueva vida, nueva era; todo
acompañado de felicitaciones para los “estajanovistas” y reprobaciones para los
“avaros” que no han hecho todavía su acto de donación a la comunidad.
Reprobaciones públicas igualmente para los “perezosos”. Mi hija forma parte de
esos últimos, pues, de salud frágil, está agotada por la falta de sueño y,
sobre todo, por los trabajos pesados que le han impuesto. La última vez que la
vi tenía el aspecto de salir de un campo de concentración. Me declaró, sin
embargo, que era muy feliz y a ningún precio quería salir de la comunidad, a la
cual donó todo el dinero que poseía. ¿Qué hacer para sacarla de ese avispero?»
Espero
por usted que sea menor, porque uno de los efectos depravados de la ley fijando
la mayoría de edad a los dieciocho años es el desarmar a los padres en su caso.
Sin embargo, existen asociaciones anti sectas que hacen un buen trabajo y a las
cuales debe dirigirse. Pienso también que la policía o la gendarmería podrían
ir y ver lo que pasa en ese campo de concentración. Asegurarse de que no hay barracas
ni crematorios (aunque se mata allí a la gente poco a poco) sino solamente un
castillo que su propietario está restaurando a costa de zombis felices,
consintientes y sin duda drogados.
Lo
que me dice del sujeto de la aparición bien materializada del gurú fantasma me
prueba que se trata de una puesta técnica en escena y de una verdadera
impostura: un cómplice del jefe de la secta ha sido grabado y filmado, y es
presentado en un holograma. Girando a su alrededor tienen la ilusión de que
está animado de movimiento; en cuanto a su voz, está registrada en banda
magnética.
VIII.14
Miquette: «Mi hijo falleció en abril de 1992. Desde entonces, he intentado
contactar con él, pero no obtengo nada. ¿Está enfadado conmigo? En febrero
regresó a casa para quedarse allí dos semanas solamente; se hundía en la
depresión, no pensando más que en el pasado. Yo le decía, siguiendo los
consejos de nuestro médico de familia, que se despejara,se orientara hacia el
presente y el futuro próximo, entonces él se enfadaba.
Después
de su muerte, he descubierto la pequeña agenda que tenía como diario íntimo.
Escribía respecto a mí: “hoy, madre fue verdaderamente mala conmigo.”
Ahora,
siento haber reaccionado de ese modo.»
¿Qué
otra cosa pudo hacer? Cese de culpabilizarse y de atormentarse; ya es
suficientemente infeliz. Es extremadamente difícil atender a los depresivos.
Rechazan todas las tentativas que se hacen para ayudarlos. No se sabe nunca por
dónde cogerlos; están siempre en la situación del caballo que no quiere ni
avanzar ni retroceder. ¿Se les debe socorrer o entrar en su juego? Usted adoptó
la primera solución, pero la segunda posiblemente no habría tenido más éxito.
Y
ahora, ¿cómo explicar su silencio post mortem? Hay cuatro respuestas posibles:
Él
no puede, no tiene ningún don mediúmnico, no
lo tenía antes y no lo ha adquirido en su nueva vida
Él
no quiere, continúa estando enfadado,
lo que me extrañaría porque, en la otra vida, se ve el fondo de los corazones y
él se da cuenta de que usted no quería sino el bien para él
Él
no ha recibido permiso divino para
entrar en comunicación con los terrenales
El
obstáculo puede venir de usted. Dice
solamente: he probado a contactarle. Pero ¿mediante qué medios? No me los
precisa. Si duda no ha encontrado la perla rara (tanto más rara puesto que vive
en un pequeño pueblo): el médium que esté verdadera y realmente en contacto con
el mundo de los espíritus.
VIII.15
Albane: «Mi joven vecina de rellano acaba de perder su niñito. ¿Qué actitud
debo adoptar? ¿Es necesario hablarle del niño desaparecido o, al contrario,
evitar el tema?»
Puede
comenzar por ayudarle en los servicios materiales, hacerle trámites
administrativos, recados, su cocina, ocuparse eventualmente de los otros niños
y, si su apartamento lo permite, albergar uno o dos miembros de su familia.
Déjele
hablar también el tiempo que ella quiera del niño desaparecido. Por su parte,
evoque los recuerdos felices que tenga de él. Déjele desahogarse y llorar. En
principio, no es bueno frenar las lágrimas.
Si,
como sucede a menudo, ella se culpabiliza, insista sobre el hecho de que no
tiene nada que reprocharse. Dígale, respecto del Otro lado, que el niño estará
acogido por los miembros de su familia partidos antes que él o por entidades
femeninas, pues es su misión.
Evite
los consuelos ofensivos y el tono de conmiseración. No le diga: usted es joven,
tendrá otro niño. Todo ser es único y reconocer el carácter de unicidad eso es
amor.
VIII.16
Brigitte: «Hace tres años me hice abortar y es ahora cuando compruebo el
horror de mi acto. Tanto más que las condiciones de las madres solteras de hoy
no tienen nada que ver con las de hijas-madre de antes, rechazadas,
despreciadas y deshonradas.
¡He
visto latir el corazón de ese niño en la pantalla! ¿está vivo en alguna parte?
Y si vive, si él me encuentra allá, ¿querrá perdonarme por haberle matado? Y,
admitiendo que él me perdone, Dios, en quien creo, ¿me perdonará Él también?
¿No me va a castigar? No consigo encontrar la calma.»
¡Usted
aflora un problema muy doloroso! Cuando vio latir el corazón, ¿no comprendió
que iba a matar a un ser que vivía nacido de su carne? Ahora, lo concreta con
una lucidez por la que le felicito.
Puedo
responder afirmativamente a su primera pregunta: sí, ese pequeño ser sobrevive
en el Más allá; sí, continúa creciendo y evolucionando. Sí, usted le encontrará
y le pedirá perdón.
En
cuanto a su castigo, yo no sé, ¡es Dios quien decide! Su remordimiento,
justificado, me parece ya un castigo.
VIII.17
Denis: «Desde la muerte de nuestro hermano más pequeño, parecemos no existir
para nuestra madre. Se encierra en la habitación de Patrice, donde ha hecho una
especie de santuario y donde sólo ella tiene derecho a entrar. Allí pasa su
tiempo llorando, relee sus cuadernos y sus cartas y mira sus fotos a la luz de
los cirios. Cada día se acerca al cementerio, donde se imagina tener un
misterioso contacto con él. En cuanto a mis dos hermanas, a mi hermano mayor y
a mí misma, tenemos la impresión de que no le interesamos. Nunca una pregunta
sobre nuestra escolaridad, nuestra salud o distracciones (que a veces le
parecen culpables); es la indiferencia más completa. ¿Cómo hacerle comprender
que está en trance de destruir todo a su alrededor?»
No
dice nada de su padre. Le correspondería a él hacerle recordar a la que os
olvida sus deberes de madre y de esposa, pues tengo la impresión de que también
él es negligente. Si no quiere o no puede intervenir, será preciso que se
dirija a un amigo o a un miembro de la familia; si es usted o los otros hijos
quien lo hace, ella les acusará de celos. Es necesario también explicarle que
ese amor demasiado posesivo, demasiado exclusivo, solo puede perjudicar al
joven desaparecido. Las visitas demasiado frecuentes al cementerio, la rumia
solitaria del pasado, la habitación transformada en capilla ardiente reconduce
desagradablemente el pensamiento de Patrice sobre esas ideas de muerte que debe
olvidar. Él está en la luz, ¡que no se le haga volver a lo gris! Está en el
espacio, ¡que no se le obligue a encerrarse en conceptos y en lugares que le
constriñan! Sé que las intenciones de su madre no son malas, pero eso no es
suficiente para obrar bien.
VIII.18
Doris: «Ahora sé que lo más doloroso que puede existir es la muerte de un
hijo.
Morir,
es tan natural como vivir y eso llega a todo el mundo. Pero morir con veinte
años no está en el orden de la naturaleza. Es un misterio doloroso que desgarra
el alma, el corazón y el vientre, os mata, os destroza.
¡Pero
es así como esto ilumina también! No sé quién lo dijo (creo que Lamartine): “La
desgracia abre el alma a luces que la prosperidad no percibe” ¡Eso es verdad!
Había vivido hasta aquí una felicidad que no merecía, sin duda. Después, de
golpe, viniendo de ninguna parte, un puñal me traspasa el corazón, mi hijo
muere. Le diré que mi pena es indecible. Y no me concierne más que a mí. Pero
tengo el gusto de decirle, a ustedes, lectores de Francia, que sois mis amigos
desconocidos, los pensamientos que me deja esta tragedia.
Cuando
se vive una felicidad tranquila y sin drama, se tiene la insolencia intelectual
fácil; evacuamos fácilmente del alma la idea de Dios y nos creemos un espíritu
fuerte cuando, so pretexto de franqueza, negamos hasta la hipótesis de otra
vida después de nuestra muerte temporal. Pero cuando el destino viene a
arrancaros un hijo de veinte años, es el corazón, con todo lo que contiene de
amor, el que exige a la inteligencia que se abra a realidades más consoladoras
que las insuficientes compasiones terrestres.»
Françoise,
de Bélgica responde a Doris de Québec. Comienza por transmitirnos este bello y
exacto pensamiento.
“La
muerte no es la oscuridad, es la lámpara que se enciende porque el día
comienza. Resucitar: resurgir: erguirse, levantarse.
Creo
que mis dos hijos están levantados.
Creo
que están ocultos a mis ojos; que viven otra vida; vida que no está fundida en
el gran Todo, sino vida personal y consciente: la memoria queda, usted me ha
hecho tomar consciencia. No existe el amor sin memoria; y después de nuestro
tránsito, la fe y la esperanza cesan por causa de su inutilidad, el amor
permanece. La vida después de la muerte será una vida llena de amor y de
relaciones vividas sin falla.
Creo
que mis hijos, hombres jóvenes en su plenitud, me acogerán cuando en mi día sea
elevado.
Pues
nuestra resurrección es inmediata, después que la muerte haya completado su
trabajo, obra lenta, respetable, terrible…. Y portadora de vida.
Nuestro
cuerpo espiritual, separado de nuestro cuerpo carnal, estará sometido a las
leyes físicas, pero otras leyes que no conocemos, que no tendrán ya en cuenta
el espacio y el tiempo.
Me
uno a la corriente milenaria que, en todo tiempo y en cualquier lugar,
mantuvieron hombres que afirmaban que la vida sigue más allá de la tumba. Mis
dos hijos están viviendo”.
VIII.19
Rodolphe: «¿por qué las sectas tienen tantos adeptos? ¿Por qué el Más allá
transmite tantas predicciones alarmantes?»
Es
Georges Morrannier quien le va a responder:
“¿Por
qué las sectas tienen tantos adeptos? Porque el sentido común no está al
alcance de todos, porque el mundo moderno formó demasiados seres débiles que se
dejan despersonalizar.
¿Por
qué el Más allá transmite tantas predicciones alarmantes y ridículas? ¿Por qué
dice usted que la Tierra será destruida dentro de poco, que vamos hacia
calamidades espantosas, que la oscuridad va a expandirse por todas partes? Porque
ese Más allá encuentra seres inmaduros para recibir tales tonterías. Se lo digo
a menudo: ¡atención a los profetas de la desgracia, atención a los anuncios de
catástrofes provenientes de desencarnados mal intencionados!
Nuestra
Tierra no detuvo su girar y no es el año 2000 el que parará su movimiento o la
reducirá a cenizas.
Muy
pocos encarnados saben que el Apocalipsis de San Juan no es sinónimo de
diversas calamidades, sino que es una revelación. “Apocalipsis” en griego
significa revelación; revelación del mundo espiritual donde Juan fue
proyectado.
Deben
aprender a ser lógicos, mesurados, a tener confianza en Dios y en todos los
guías que trabajan para Él y para ustedes”.
Dado
que se sabe en este momento que Cristo nació entre el año 6 y el año 5 A.C., el
año 2000 ya ha pasado, fue en 1994.
VIII.20
Marthe: «Una noche, mi hija Cynthia, de 11 años de edad, vio antes de
dormirse una sombra blanca, sentada al pie de su cama y que le miraba. Cuando
quiso atraparla (pensó que era su hermano muerto hace 3 años) su mano pasó a
través. La sombra blanca se desplazó a la izquierda de la cama en la misma
posición, siempre mirándola con interés, siempre manteniendo los brazos
cruzados. A la mañana siguiente, Cynthia nos explicó su aventura, no parecía
tener miedo. Hasta no parecía asombrada.»
El
hecho de que Cynthia no esté asustada ni sorprendida prueba que la aparición
blanca era amistosa y benéfica. Seguro que es su hermano quien vino a hacerle
una afectuosa visita. Usted misma tuvo una buena actitud no censurando a su
hija, evitando decirle: “Eso no existe, son imaginaciones”.
Cynthia
también se comportó bien. Si hubiese manifestado temor, la forma blanca, que,
le repito, es una aparición de amor, se habría disipado de pronto. Lo que hace
tan escasas las manifestaciones es que nuestros desaparecidos tienen siempre
temor de asustarnos.
VIII.21
Aimé: «En lugar de dormir, Jérémie, nuestro hijo pequeño de cuatro años,
gorjea, canta, hace gracias, se mueve, ríe a carcajadas y se divierte con sus
amigos imaginarios. En fin, después de varias horas, acaba por dormirse de
veras y al despertar, cosa extraña, está de buen humor, nada de fatigado. Sin embargo,
mi mujer y yo nos inquietamos por su salud física y mental.»
No
se inquieten ustedes. Debido a su corta edad, Jérémie está aún en
contacto con las zonas benéficas del mundo de los espíritus. Sus amigos
imaginarios son simplemente niños del otro mundo que quieren divertirse y
divertirle con toda inocencia. La alegría que experimenta durante y después de
ese amable cencerreo nocturno prueba que todo es puro.
[1] Jeanne Morrannier recibió mensajes de su fallecido hijo Georges
Morrannier. (NdT)
[2] Autora de libros de gran espiritualidad (NdT)
[3] Fecundación in vitro (NdT)
[4] En francés el autor utilizó “cessez d’y penser”, con
el pronombre neutro “y”, término lingüístico sobre el cual hace su reflexión
(NdT)
JEAN PRIEUR: “EL PAÍS DE DESPUÉS” ____ (9) Capítulo
IX: “LAS ENTIDADES DE LA OSCURIDAD”
En esta ocasión Jean Prieur nos toma de la mano para asomarnos a un
mundo de los espíritus lleno de desagradables sorpresas. Podemos mantener la
calma porque nuestro guía es alguien que sabe bien por donde anda, sabe mucho
de los peligros del camino en las oscuras regiones del Más allá, cercanas a la
Tierra.
En ese patio de Monipodio encontraremos la peor calaña de los que
en la Tierra camparon a sus anchas y continúan articulando engaños, farsas y
ardides sin número, para que les sigamos también allí; son muchos y aspiran a
crecer en número. En algunas ocasiones, inquietos ellos, vendrán a nuestra casa
para amargarnos los días. ¿Qué podemos hacer para librarnos? Jean Prieur ofrece
en estas páginas las más variadas respuestas, válidas aquí, en la Tierra, y
después.
Más de uno se habrá preguntado si en el Más allá se reencontrará
con alguien a quien no soporta; algo así como cruzarse con otro por la calle
sin estar avisado de ello: “¿Tendré que ver durante toda la eternidad a la
persona que me hizo una mala faena? ¡Es que no puedo ni acordarme de lo que me
hizo sin que me cambie el humor!; eso sí, no tengo ya nada en contra de ella,
pero amargó años de mi existencia”. Jean Prieur siempre sagaz y con buen humor
nos ayudará para ese caso y similares.
¿Cuerpos espirituales de ocupas? Desde ese mundo intermedio
continuamente se inician desembarcos de seres malignos en el nuestro y buscan,
con un porcentaje elevadísimo de aciertos, a personas que sin percatarse de
ello se ven invadidas por un huésped indeseable. Ese visitante les provoca
enfermedades que ni la medicina ni la psicología logran remediar. En este capítulo
encontraremos medios para evitar que espíritus atormentados puedan llevarnos
con ellos a la locura o a algo peor.
¡Buen día!
CAPÍTULO IX
– LAS ENTIDADES DE LA OSCURIDAD
IX.1 El gran espacio espiritual llamado Más allá no es siempre
tan luminoso como se lo imagina. No es siempre un vuelo hacia un mundo de
hadas, una entrega de coronas. Existen unas moradas penosas que responden a la
ley de causa y efecto, que se podría resumir en la conocida frase de: «Quien
siembra vientos recoge tempestades».
El
que ha sembrado la mentira, la calumnia y las disputas se ve asaltado por
avispas. Quien tiene todo puesto en la materia, el beneficio, el dinero, se ve
en un ambiente crepuscular; quien ha difundido la duda y la desesperanza se ve
envuelto en vapores sulfurosos[1]. En cuanto a los asesinos y torturadores, comienzan por
soportar lo que infligieron a sus víctimas.
La
ley del Karma no admite excusas ni circunstancias atenuantes y se pone en
marcha con todo su rigor.
La
mayoría de las personas que me escriben, y aquellas que les dejaron no
cometieron los excesos anteriormente citados y, por lo tanto, no están incluidas.
Sin embargo, hay un mal muy extendido entre personas no especialmente
malas: las actitudes de menosprecio y la irrisión. ¡Atención al karma de la
burla!
Las
primeras zonas del otro mundo están pobladas de seres que proceden de este y no
es sorprendente que encontremos allí la impostura, la ignorancia, la
maledicencia y la necesidad de molestar.
Todas
las señales y manifestaciones del Más allá no son benéficas; Paule tuvo
una trágica experiencia:
«Algún
tiempo después de la muerte de mi hijito, que ocurrió en diciembre de 1990
cuando acababa de cumplir trece años, recibí comunicaciones mediante escritura
automática. Fue un período de gran felicidad. Le encontraba tal como era,
alegre, sincero, alocado y cariñoso. Esos intercambios, que no eran cotidianos,
me dejaban confiada y tranquila.
Después,
se operó insensiblemente un cambio; el tono se volvió regañón, doctoral y
pedante. Surgieron palabras de las cuales él no tenía ni idea. Yo me decía:
progresa en el otro lado, adquiere conocimientos nuevos.
Pero
la evolución proseguía en sentido negativo; se volvía cada vez más dogmático y
orgulloso. Juzgaba de todo y de todos, distribuía las recompensas y, sobre
todo, las sanciones, que él reservaba a los otros mensajeros y a sus escribas.
Al final, fueron maledicencias y calumnias, acompañadas de reproches hacia mí.
Desanimada, invadida de un insoportable malestar, dejé caer el lápiz.»
Era
la única cosa por hacer. Muchos como usted vivieron esta experiencia. ¿Qué
pasó? Un espíritu mal intencionado llegó a interferir su relación y tomó el
lugar de su hijo, pues conocía la trayectoria terrestre. Por eso pudo dar
detalles exactos sobe él, sobre usted y su entorno. Yo no creo que su hijo haya
cambiado hasta ese punto, convertido en un ser pretencioso y crítico, pero
por una razón desconocida no está en condiciones de dirigírsele.
No
se está nunca seguro de la autenticidad de la persona que se encuentra al otro
lado del hilo; eso tiene un nombre, es el problema de la ipseidad. Pero hay una
señal que no se equivoca nunca, el sentimiento de bienestar o de malestar que
se siente al nivel del plexo. Una sensación de frío indica que dejamos, sin
apenas notarlo, las regiones benéficas del Más allá. Una vez más, prudencia,
prudencia.
IX.2 Otro ejemplo de infestación por entidades maléficas nos lo
da Lucile:
«Todo
comenzó así: Yo estaba tumbada sobre mi canapé hasta que una voz me susurró
“¡Ya está! Esta vez, te tengo” Y me hace bascular la cabeza hacia abajo. ¡Desde
entonces esa voz habla día y noche en mi oído! Definitivamente borró el
recuerdo de mi padre fallecido. Y, sin embargo, siempre tuve el sentimiento de
que él me protegía.
Mi
desconocido corresponsal imita su voz, la de mis hermanas y de mi madre, la de
diversos conocidos y sobre todo la de una amiga que no está ya en este mundo y
a la que quería mucho. Se lo dije a mi hermano y me respondió que estaba
depresiva. Es verdad, pero cómo librarme de esta voz que me dice, por ejemplo:
“Estamos muertos como tú pronto, somos voces de ultratumba”.
Ya
no me interesa nada, no vivo, no leo, no salgo de mi casa.»
Pues
eso es, justamente, lo que debería hacer: salir, salir con la mayor frecuencia
posible. Pasear por las tiendas, ir a espectáculos, al restaurante, ver a los
amigos sin hablar de sus problemas. Frecuente las iglesias, cualquiera que sea
su religión: allí, los atormentadores no osarán incorporarse. Regresada a casa,
rece con fervor para ser liberada, queme incienso, ponga música suave en su
reproductor, lea libros donde se hable de pensamiento positivo. Son los espíritus
del bajo astral quienes le obsesionan: afortunadamente, tienen un poder
limitado y usted debe reenviarles a sus tinieblas hablándoles con energía. No
tome calmantes que disminuyen su tono mental y, consecuentemente, sus
posibilidades de resistencia. No lea libros inquietantes sobre el Más allá. No
busque más comunicar con los espíritus. Evite las reuniones de sectas.»
IX.3 Pierre-Paul sueña regularmente con su padre
fallecido el año anterior:
«Me
dice cada vez en el ensueño: “Ven conmigo. Verás cómo se está bien aquí. Venga,
ven ¡apresúrate!” Y me tiende la mano, pero de momento yo no la tomo. La
expresión de su mirada no corresponde con sus palabras: su mirada es fría, su
tez amarilla como la tenía en vida y la boca tiene un mal pliegue. “Se está bien
aquí”, pretende, pero a su alrededor no veo más que gris. Todo está inmerso en
una semioscuridad. Su entorno desprende una inmensa impresión de tristeza. Me
extraña que quiera tenerme cerca de él porque, cuando yo era niño, era
extremadamente desagradable conmigo, me reprendía y criticaba sin cesar. Su
mayor placer era humillarme en público. No tengo ningún buen recuerdo de él.
¿Qué debo hacer?»
Ocurre
que espíritus poco evolucionados quieren arrastrar al otro mundo a uno de sus
allegados, y no suele ser el amor quien les inspira. No es cosa para usted el
reunirse. Es joven, tiene delante una vida entera. Sobre todo, no tome la mano
que le tiende, rehúsela enérgicamente. Perdónele si quiere, si puede, y dígale
que deje de obsesionarle; ¡que no le conviene dar más vueltas sobre la Tierra y
encuentre su camino en el mundo de los espíritus! ¡Que escuche a los guías y a
los instructores, que trabaje en el otro lado por su regeneración!
Como
me ha destacado, él vaga en las zonas grises del astral, zonas de las cuales
usted se librará si lleva una vida recta.
IX.4
Silvie tiene un problema que no logra
resolver desde hace muchos años:
«Comenzó
hace diecinueve años, una noche de tormenta; iba a dormirme cuando, a
consecuencia de un relámpago, mi cortina empezó a moverse, aunque la ventana
estaba cerrada, y vi una forma humana avanzar hacia mí, toda negra con las
manos tendidas. Estaba despierta, grité y me fui rápidamente con mis padres que
me acogieron en su cama; tenía entonces cuatro años.
Algunos
años más tarde, esa forma se apareció de nuevo frente a mí y me impedía el
movimiento. Había una extraña música, hecha de tintineos. Pude echarla más
tarde concentrándome en el hecho que yo iba a matarla. Hace unos días, ha
vuelto. Me parece que quiere infiltrarse en mi persona.»
Esa
aparición es un «vagabundo» del espacio y no parece maléfica, sobre todo si
usted tuvo una molestia al nivel del plexo. El hecho de que la paralice es
inquietante. Usted tuvo la actitud acertada: hacer una enérgica barrera mental,
no permitirle infiltrarse, resistir al intruso con toda la fuerza espiritual.
Evidentemente no es cosa de matar al espíritu (eso ya está hecho), pero podemos
alejarle por la meditación y la oración.
Releyendo
su carta, debo matizar mi juicio del principio, porque los tintineos
cristalinos son benéficos. Haría falta que la aparición dijera en el sueño lo
que exactamente quiere. De todos modos, esa aparición debe buscar la serenidad
en su vida presente y no venir más para importunar a los vivientes
IX.5 Hace algunos meses, durante el sueño, Liliane fue
lanzada a un mundo angustioso donde los colores dominantes eran el negro y el
gris.
«Me
encontré en la entrada de un inmenso pasillo; personajes vestidos de negro, con
la cara demacrada y la tez amarillenta, estaban sentados a cada lado. Tenían
gran parecido con Belfegor, el héroe de una serie televisiva que tuvo en su
tiempo mucha fama. A mi llegada, todos se levantaron y trataron de atraerme
hacia ellos ordenándome: ¡Ahora es el momento, ven, ven con nosotros!” Grité:
“¡NO, NO!”, debatiéndome violentamente, pues sus manos me agarraban con una
fuerza extraordinaria. A continuación, aparecí en mi cama muy angustiada…»
Usted
estuvo sumergida en ese mundo inquietante y degradado que se llama bajo astral.
Salió rápidamente gracias a su fuerza mental. Gracias también a la ayuda de su
ángel custodio.
IX.6 Desde hace varios meses, Myriam está en
comunicación, mediante escritura automática, con su hermana fallecida. Casi
cada tarde, se encuentran.
«En
los primeros tiempos, la encontraba tal y como era: afectuosa, sincera, alegre,
distendida, dándome útiles consejos y obligándome a rezar. Después, poco a
poco, todo eso cambió. Comencé a notarla irritada, crispada, irónica. Empezó a
anunciarme catástrofes que, Gracias a Dios, no se produjeron nunca, al menos
por ahora.
De
momento, profiere calumnias sin consideración a mis amigos y familiares. Puede
nombrarles, dar sobre ellos detalles exactos. Pues es ella quien habla ya que está muy al tanto de
todo lo que concierne a mis allegados y a mí misma. Sus mensajes desde entonces
terminan con insultos y amenazas.
Usted
dice en sus libros que, en el otro lado, permanece el carácter y la
personalidad. ¿Cómo mi Estelle, que era una mujer radiante y amorosa, pudo
volverse tan desagradable y mala? ¿Qué ha pasado?»
Ha
pasado lo siguiente: un espíritu mal intencionado llegó para interferir sus
encuentros. En cuanto un canal (una cadena como dicen los anglosajones) está
abierto, las entidades ignorantes, charlatanas y a menudo negativas, se
precipitan y llegan para embrollar todo. El hecho de que entre tantas mentiras
y errores haya cosas exactas, solo conocidas por Estelle y usted, no prueba
nada. La entidad intrusa es capaz de leer en su mental y de sacar hechos y
nombres. Tranquilícese, su hermana es siempre la persona amante que conoció,
pero fue suplantada por espíritus malignos.
Solo
una cosa: Renuncie a la escritura automática. Si Estelle tiene algo que
decirle, recurrirá a la ensoñación, a las señales o simplemente a sus
intuiciones.
IX.7
Alicia me escribe respecto a su hijo que
se aproxima a la treintena y cuyos trastornos comenzaron hacia la edad de nueve
años:
«Una
noche, me llama y me dice que no puede moverse, que tiene mucho frío y se
siente cerca de la muerte. Me quedo a su cabecera hasta la mañana. No me habló
nunca más de eso en los años siguientes. Cambiamos de vivienda y de nuevo
aquello recomenzó. Siempre con la sensación de que hay alguien en su
habitación; “Esa cosa” -como él me dice- “es como si esa cosa quisiera entrar
en mi y ampararse en mi cuerpo. Me pongo tenso, pero no puedo abrir los ojos.
Rezo y después hay un silbido muy fuerte en mis oídos. Eso se produce cada vez
más a menudo, sobre todo cuando estoy acostado sobre la espalda.
La
semana pasada, llegó de nuevo. Como le escuchaba gemir, entré en su dormitorio
y me dijo: “Es como si hubiese tres personas en la habitación.”
Yo
no sé qué pensar de todo esto. ¿Es un espíritu malvado quien le persigue? ¿Mi
hijo está en peligro?»
Como
hace mucho tiempo que él reza, no está en peligro. Pero hay un riesgo de
infestación caracterizado por la sensación de frío y parálisis. La voluntad
humana es algo muy poderoso y ese joven debe utilizarla para ordenar al
espíritu o espíritus obsesores que le dejen tranquilo y regresen a su bajo astral,
de donde no deberían salir nunca. El silbido muy fuerte es la señal de que el
espíritu maléfico se enfurece. En el momento en que su hijo sienta que la
infestación va a comenzar, que encienda la luz y lea un texto sagrado. Los
malintencionados del Más allá tienen horror de lo uno y de lo otro. Supongo que
él no practica el espiritismo en solitario.
IX.8 Desde hace algún tiempo, cuando Lucie está sola, tranquila,
y a veces en el jaleo, escucha con claridad una voz femenina repetirle: «Estás
gravemente enferma.»
«La
oigo de alguna manera dentro de mí y no puedo hacerla callar. Sin embargo,
aparentemente no sufro ningún mal. Comienzo a tener miedo, lo reconozco. Y
cuanto más me angustio, más clara es la voz. ¿Debo creer a esa voz? ¿Tendré una
enfermedad sin ningún síntoma de momento? O bien, ¿cómo desembarazarme de ella?
Temo que esto se vuelva insoportable. ¿Qué hacer?»
Es
Monique Simonet quien responde a Lucie: Atención, es en efecto simplemente
posible que sea la “vocecita” interior de su consciencia general la que oye… En
ese caso podría estar en las primicias de una afección que no se verá hasta más
adelante. Le aconsejaría hacer un control de salud de vez en cuando. Usted no
ignora que nuestro subconsciente lo sabe todo. Ello no es imposible. Tratada a
tiempo, una enfermedad, de por sí grave, será más fácilmente curada. Le digo
esto, pero no puedo tener la total certeza; solamente se lo aconsejo.
Por
otra parte, si su salud mental es muy buena, cosa que supongo, es también
factible que, suficientemente sensible para oír a un ser del Más allá, esté en
relación con un espíritu maléfico que busca asustarla. Si fuese ese el caso,
debe decirle que sus propósitos no logran absolutamente nada. Así, ese
personaje acabará por reconocer el fracaso. Ante tal eventualidad no olvide
pedir igualmente ayuda a las fuerzas del Bien, cualesquiera que sean sus
concepciones y el nombre que da a esas potencias. Sobre todo, no tenga nunca
miedo, pues ese es el peligro.
IX.9 El pequeño Stéphane «partió» a la edad de seis años.
Su madre tuvo inmediatamente señales que probaban su amada presencia.
«Le
adelanto la desesperanza en la que me sumergió su ausencia. Aunque se “los”
sabe a nuestro lado, esto es muy duro de vivir. Imposible de imaginar el
desequilibrio que crea tal separación.
En
diciembre de 1992, hice una experiencia de escritura automática que duró más de
cuatro meses. Estaba persuadida de relacionarme con Stéphane: todos los
mensajes estaban llenos de amor. Pero, hacia el final del cuarto mes, fui
alertada por dos visiones monitorias, un gran frío helaba mi interior. Hice
bendecir mi casa y recé para ser liberada del espíritu maligno. Tengo toda mi
confianza en mis ángeles custodios, en María, en Jesús, en nuestro Creador. Mi
deseo de quedar unida con mi hijo allende el velo me hace ciertamente más
sensible, más receptiva. Desafortunadamente, si capto cosas benéficas, capto
también cosas maléficas. Es difícil discernir los espíritus; piensan atraernos
dándonos mensajes buenos para que nos habituemos. Por eso trato de no hacer
una fijación sobre el texto recibido. La última semana, escuché la voz de
Stéphane que susurraba: “¡Mamá, te quiero…llévame…lejos! E insistía en las dos
últimas palabras, como si estuviera enfadado. Pienso que es alguien
malintencionado que imita su voz.»
Yo
pienso lo mismo. La voz sin timbre es más fácil de imitar. En todo este asunto,
usted da pruebas de mucha prudencia, de equilibrio y de buen sentido, raras
cualidades en este dominio. Es imposible que un niño, tan puro y joven, sea
infeliz en el otro lado. Una sola cosa puede producirse, que se aburra un poco
de usted.
No
es nunca seguro al cien por cien la identidad de la persona con la cual
comunicamos; hay con frecuencia interferencias y usted aporta la prueba, pero
como es lúcida y creyente, no arriesga nada. El gran frío interior que se
apodera de usted es un hecho sintomático de presencias hostiles. Muchos de mis
corresponsales hacen alusión, así como a un principio de parálisis; dicen
siempre: no me podía mover.
IX.10 El anuncio de reencuentros en el Más allá no es siempre una
buena noticia. La perspectiva de compartir de nuevo su existencia con gente
desagradable sumerge a ciertas personas en la angustia. Es el caso de Marie-Hélène:
«Mi
hermano, con el cual no me entendía bien del todo, acaba de morir; mi temor es
de volver a verle cuando, a mi llegada, sea convocada por la Alta
Administración. Me pregunto, le pregunto, si nos encontramos sistemáticamente a
todos los allegados que nos han precedido en la otra vida, hasta los que eran
hostiles hacia nosotros y nos hicieron la vida imposible.»
Esté
tranquila, no se encuentran las personas que no se aman, o los que nos han
desdeñado, rechazado o perseguido. Es el amor solo el que vincula los dos
mundos. El Más allá sería un infierno si debiéramos vivir (y es para un muy
largo tiempo) con gentes odiosas. Ahora, es siempre posible que las fuentes de
conflictos se volatilicen; El rencor se borra en provecho del perdón y en
provecho de la reconciliación. Lo que facilita las cosas del otro lado, es que
la hipocresía haya desaparecido, se sabe exactamente lo que piensan los otros
seres. Los malentendidos son rápidamente disipados.
IX.11
Max: «¡Usted dice en sus libros que se encuentra en el otro lado a los
amigos y parientes, y llama a eso una buena noticia! Buena noticia, pero no
para todo el mundo.
Este
es mi caso: Tenía un padre muy duro, colérico, que hizo de nuestra vida un
verdadero infierno. Hablo de mi madre, de mis hermanos y hermanas. Se
encarnizaba especialmente conmigo, pegándome con tal violencia que me partió un
brazo. Tenía seis años en ese momento y conservo la cicatriz
El
tiempo pasó y a las violencias físicas sucedieron las verbales. Ya no osaba
pegarme, había crecido, pero se enzarzaba en palabras: “¡Tú no llegarás nunca a
nada, eres un fracasado! Todo lo que emprendas fracasará.” Tengo la impresión
de que me echó mal de ojo; en efecto, nada me sale bien. Constato que no tengo
suerte.»
Sobre
todo, no diga nunca «yo no tengo suerte», pues, de esa manera, crea una ley que
acaba por establecerse sobre su vida. No, él no fue capaz de echarle mal de
ojo, no era tan fuerte. Recuerde el pensamiento positivo y repita: «Soy joven,
soy fuerte, tengo buena salud, no tengo ningún dolor, tengo una madre y amigos
que esperan de mí, no estoy solo en la vida y voy por delante de mi bien.»
Veo
con claridad en su escrito que es un hombre afectuoso, honesto y bueno.
Obtendrá la parte de felicidad a la que tiene derecho. Tranquilícese, pues no
verá de nuevo en el otro lado el que por un tiempo fue su padre; encontramos
allá sólo a los que nos quisieron. De todos modos, dado su carácter y actos, ha
sido enviado a las esferas oscuras donde tendrá todo el tiempo para lamentar su
pasado y enmendarse.
IX.12
Marius tiene el mismo problema que
Marie-Hélène y que Max:
«Jacqueline,
mi esposa (no añorada), murió el año pasado. Era insoportable en el sentido más
riguroso del término. Continuamente de mal humor, agresiva, criticando a todo
el mundo, comenzando por mí, hablando solo para maldecir y burlarse. Dejó en
nuestra familia y nuestro entorno muy mal recuerdo. Me aguanté, no quise
divorciarme a causa de los hijos. Tuve mi purgatorio hasta el final, pero no
tengo ganas de reiniciar eso en el otro lado. Encontrarla en el Más allá por un
tiempo ilimitado, sería sinónimo de infierno.»
No
se reencuentran más que los que se aman. De todos modos, habiendo hecho el mal
que hizo difundiendo a su alrededor el odio y la calumnia, debe permanecer en
las esferas expiatorias, donde usted no corre peligro de reunirse con ella si
ha llevado una vida recta y altruista. ¿No se ha estado sacrificado por la
felicidad de sus hijos? Posiblemente ella le pedirá perdón. Usted verá en aquel
momento si quiere pasar la esponja[2].»
IX.13 Aunque las zonas próximas de la Tierra no albergan más que
entidades errantes, inadaptadas a la vida desencarnada, también son atravesadas
por vuelos de espíritus satánicos en busca de hacer algún mal, transposición
espiritual de aquellos que cometían sobre la Tierra.
Muchos
lectores son trastornados por esas presencias hostiles en un mundo que
consideraban para siempre liberado del mal y de sus servidores, y se plantean
la cuestión de la existencia objetiva del Demonio.
Wilfried:
«¿Ese a quien llaman el Diablo o Satán, tiene alguna realidad? ¿O bien no es
más que una alegoría?»
Para
mí, el Diablo es un ser colectivo constituido por los millones de espíritus
malignos que merodean en el espacio. Es una especie de Anti-Dios como lo
concebía el maniqueísmo, es un egrégor, como precisé en mis obras precedentes,
un enjambre de odio. Recurro en este punto al joven Abel que dictó a Claudette
Combes[3] lo que sigue:
«Eso
que llamáis Diablo, son fuerzas oscuras que se unen para inspirar el mal a los
hombres influenciables. Ese egrégor negativo, los hombres le llaman Diablo.
Algunas
personas tienen necesidad de prohibiciones, espantajos: el Diablo, el Maligno…
Deben tener miedo para evitar el dolor.
No
existe una entidad única llamada Diablo, o Satanás, o Maligno, un príncipe de las
tinieblas que se opusiera al Rey de la luz. Es una idea ingenua, nacida de la
necesidad de alegoría que caracterizaba la humanidad en su infancia.
El
mal nació de la libertad del hombre. Pero es verdad que existen sombríos
egrégores de fuerzas negativas, de malos pensamientos, que se reagrupan y
pueden influenciar los espíritus débiles.»
IX.14
Matthieu: «Cuando se ve lo que pasa sobre la Tierra, esa sucesión de
hambrunas, de catástrofes naturales y humanas, guerras y atrocidades, acaba uno
por preguntarse: ¿Pero ¿qué hacen las fuerzas blancas del Más allá? ¿Están
afectadas de parálisis o de indiferencia? ¿Están definitivamente vencidas por
la extraordinaria vitalidad del mal?»
«Este
mensaje de Georges Morrannier parece estar dirigido a usted:
«Las
fuerzas blancas[4] tienen una enorme fuerza. Son las de los habitantes de las
esferas superiores. Ellas solas, podrían rodear el mal en un instante.
Desafortunadamente, no deben hacer el trabajo por usted, y lo sienten de todo
corazón. Su papel debe limitarse a dirigir, proteger y aconsejar intuitivamente
a los seres puros de la Tierra que se entregaron a reducir la fuerza del mal.
Los grandes religiosos en particular, elegidos por el Cielo, son guiados así en
su misión.
Tienen
que hablar de Dios, del mundo invisible, o tendrán que rendir cuenta de sus
actos de la manera que ya expliqué. Tienen que restablecer los valores morales
un poco embotados por el abandono moderno, y también por los enormes progresos
sociales que facilitan la vida y conducen a pensar que pueden vivir muy
bien sin Dios. Una fuerza divina era un refuerzo y un fin para los pueblos
desvalidos y esclavizados. Parece haberse vuelto inútil para los que piensan no
tener nada en que creer. Por ello asistimos, en este siglo, a un despliegue
extraordinario del mal que cae sobre la juventud en particular.»
IX.15
Constant: «A menudo me siento desanimado cuando constato la fantástica
fuerza del mal en todas sus formas. Da la impresión de que la humanidad no se
librará nunca y que está subyugada por las fuerzas satánicas.»
Comparto
sus sentimientos, pero debo matizarlos con este mensaje de Paqui, dictado durante
los años más sombríos de la última guerra[5]:
«El
mal se difunde sobre la humanidad como lava vomitada de un volcán en erupción.
Abandone una parte para no perderlo todo, y, sin rebelarse, rece por las
innumerables víctimas tomadas a menudo entre los menos culpables, hasta entre
los inocentes. Los malvados, los dañinos, no padecen solos, por desgracia, en
las catástrofes, pero todos reciben el fruto pedido, el fruto aceptado. Rezad
mucho y a menudo. Pedid a Dios la fuerza y la fe para todos aquellos que sufren
y la luz para los ciegos… ¡Cuántos ciegos entre los humanos! Ceguera que casi viene siempre del egoísmo con el que el
hombre gusta rodearse como una concha.
¡Cómo
Dios no dejaría a los hombres resistirse cuando las marcas más profundas, las
pruebas más irrefutables no sirven para nada y no sujetan la mano de los que
quieren gozar, destruir y saquear para aprovechar mejor todavía a costa de todo
y de todos!»
Gozar,
destruir y saquear: Ver las actualidades de finales del siglo; ver los pillajes
y los incendios banalizados, no reprimidos y aceptados bajo el nombre de ritos
y de ritual. Un periodista encontró la frase oportuna: Los “fuegos del san
Silvestre”[6]
Cuando
Paqui declara: «Las pruebas más irrefutables no sirven de nada» se trata de una
realidad perturbadora de un mundo espiritual donde habrá que pagar la factura.
El mal, que se expande como la lava de un volcán expulsada con furia, proviene
del hecho de que la mayor parte de nuestros contemporáneos se imaginan que todo
está permitido, que ellos no tienen que rendir cuentas… y que la moral más
elemental tiene que colocarse entre las ideas anticuadas.»
IX.16
Roland: «Desde 1945, los conflictos armados se han multiplicado en todo el
planeta y no se acabarán nunca, ¿la guerra será el estado normal de la
humanidad? Los combatientes de 14-18 años, de los que formé parte, creyeron
ingenuamente que iban al frente para “la última de las últimas”; imposible
equivocarse más. Tengo la edad del siglo y comprenda usted mi escepticismo y
desencanto.»
Le
comprendo tan bien que tengo dificultad para hablar con usted sobre este
asunto. Yo no quisiera marear la perdiz con sermones. Acudo a Roland (de
Jouvenel), su ilustre homónimo, que le responderá con su mensaje del 20 de
marzo de 1948. En esa época Italia y Yugoslavia se disputaban Trieste, su
puerto y región, y temíamos lo peor. Emite esta idea curiosa de que los
conflictos locales nos evitan el cáncer generalizado de la guerra universal.
Espero que la explicación del joven Roland satisfará al veterano Roland.
«Puedo
afirmar, sin fijar fecha ni dar más amplias explicaciones que vais a pasar
nuevas angustias. Van a sacudir todavía corrientes a los hombres, bancos de
ondas caóticas harán vacilar los cerebros. No habrá guerra ahora, pero las
guerrillas lastimarán sin pausa vuestro planeta; es necesaria una herida
abierta para que la sangre no cese de correr. Los focos de expiación
revolotearán sin cesar sobre el mundo y se posarán de plaza en plaza. Culpables
e inocentes morirán juntos.»
Los
focos de combate captan las malas ondas que sobrevuelan el planeta; creo que
lograrán absorber de golpe la totalidad de los fluidos. Un pararrayos recoge
toda la electricidad de un cielo encolerizado. El rayo tal vez no caiga en
vuestro globo gracias a los accesos asignados para los disparos locales.»
IX.17
Constance: «En el Apocalipsis, y también en el “Libro de los muertos
egipcio”, se plantea la Segunda Muerte, ¿qué se entiende por ella?»
La
vida terrestre es un espacio entre dos nacimientos: el nacimiento físico y el
nacimiento espiritual, comúnmente llamados muerte, o mejor resurrección
inmediata.
Si
todo ocurre bien, la vida en el Más allá es también un espacio entre dos
nacimientos: nacimiento espiritual, del cual estamos hablando y nacimiento
celeste, es decir, acceso a las esferas felices llamadas paraíso.
Si
todo ocurre mal, si el ser humano rehúsa evolucionar hacia el Bien Supremo,
dicho de otra manera, hacia Dios, la vida del Más allá se presenta como un
espacio entre dos muertes, entre la muerte física, o primera muerte, y la
muerte espiritual, o Segunda Muerte, que es una lenta extinción. La Segunda
Muerte es más conforme a la bondad, a la racionalidad de Dios, que el infierno
eterno del antiguo cristianismo.
[1] Por fétido o maloliente (NdT).
[2] La esponja generalmente sirve para limpiar algo. Con ella
podemos borrar rastros más o menos indeseables. Algunos recordarán todavía la
pequeña esponja húmeda con la cual, en la escuela, borraban lo que habían
escrito con tiza sobre la pizarra. (NdT)
[3] Autora de, por ejemplo “Les enfants de la joie”.
Mujer con una extraordinaria biografía de entrega al prójimo. (NdT)
[4] En oposición a las fuerzas negras de Satanás (NdT)
[5] Se refiere a la Segunda Guerra Mundial (NdT)
[6] Los “fuegos de san Silvestre “, erigidos en costumbre
divertida y deliciosamente “francesa” por los medios de comunicación, permiten
varios objetivos: las bandas miden su poder y marcan sus territorios de cara a
la “banda rival” de las fuerzas del orden. Los perros lo hacen meando las
farolas, las chusmas lo hacen quemando coches en su territorio. El mensaje es
el mismo: aquí son ellos dominantes. (comentario expuesto en internet) (NdT)
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